El Pintor Poeta (segunda parte)

 Henri de Toulouse- Lautrec


La imagen superior, llamada "Mujer subiéndose las medias", es un claro ejemplo del trazo libre y osado que caracteriza la técnica del pintor, a través de la que logra imprimir a sus figuras expresión y movimiento.

A pesar de trascender como “pintor de la vida moderna”, no le interesó recrear aspectos de la revolución industrial o comercial de su tiempo. Su pasión se desbordó en la exploración de la vida nocturna del barrio de Montmartre, que en esos años era el hervidero artístico e intelectual de la ciudad considerada capital del mundo. Ahí encontró la atmósfera y los personajes idóneos que fueron su fuente de inspiración a lo largo de su corta pero intensa vida.


La noche bohemia parisina


A partir de la Tercera República (1870), Francia había alcanzado un cierto nivel de crecimiento económico y el capitalismo y la industrialización transformaron la economía del país y las vidas de sus habitantes. El nuevo régimen político permitió a la adinerada burguesía francesa desplazar a la antigua aristocracia en cuanto a poder e influencia. El barrio de Montmartre, ubicado fuera de los límites de la ciudad y originalmente habitado por la clase trabajadora, se convirtió en el núcleo de la vida bohemia con la aparición de cabarets, cafés cantantes, salones de baile y tabernas, cuya atmósfera más relajada y permisiva contrastaba con los elegantes y rígidos centros de entretenimiento de la ciudad. En 1876 se inauguró el famoso cabaret Moulin de la Galette, inmortalizado en el espléndido lienzo festivo y luminoso de Renoir, y posteriormente recreado por Lautrec. El mundo de la farándula apasionó al pintor, que se convirtió en cliente asiduo de los cabarets donde admiraba las intrépidas coreografías de las bailarinas de chahut (versión popular del cancán), y los músicos y cantantes populares que evocaban los placeres y las tragedias de la pobreza, a la vez que insultaban a los clientes elegantes que llegaban de los barrios finos por una cierta nostalgie de la boue (nostalgia por el fango), como se llamó entonces a la curiosidad de la alta burguesía por las diversiones de los proletarios. Quizás esto fue lo que impulsó a Lautrec a realizar sus incursiones por los bajos fondos parisinos que, de alguna forma, también el artista despreciaba, pero que le permitió una vida cómoda sin preocuparse por la venta de sus obras para su sustento. En una de las numerosas cartas que se conservan del pintor, y que han sido la fuente más rica para la interpretación de su vida y obra, expresa que él fue “descubierto” no por un crítico, no por un galerista, sino por un actor: Aristide Bruant, célebre cantante que comisionó a Lautrec en 1892 la realización del cartel promocional para su presentación en el elegante cabaret Les Ambassadeurs en los Champs-Élysées. 

Esta obra emblemática marcó el inicio del diseño moderno del cartel que, en su momento, fue refutado por el público en general. Inclusive el dueño del establecimiento lo rechazó por considerarlo una aberración, en tanto que Bruant lo amenazó con cancelar su presentación si el cartel no era colocado en todas las calles de París. 

¿Qué fue lo que causó tanto revuelo en esta obra, que a nuestros ojos aparece tan sencilla e inofensiva? Precisamente, su aparente sencillez y economía de formas y colores apuntan la gran audacia del genio creativo que inauguró un discurso expresivo sin precedentes, recurriendo al poder de la síntesis extrema. Gran conocedor y admirador del género artístico llamado Ukiyo-e (estampa japonesa), Lautrec adoptó una paleta restringida y la utilización de colores planos y puros, la ausencia de perspectiva y el grueso contorno negro, elementos que estarán presentes en toda su obra. El resultado es una obra maestra que ejemplifica la capacidad de síntesis que hace patente la fuerza y el atractivo del personaje en unos cuantos trazos y colores


Un año antes había realizado otro cartel hoy emblemático para el Moulin Rouge, cabaret donde encontró su mayor fuente de inspiración por sus inigualables bailarines La Goulue (La Glotona) y Valentin le Desossé (Valentín el Deshuesado), figuras protagónicas de este afiche y de otras obras. 

Lautrec se embelesó con los movimientos frenéticos de las bailarinas lanzando sus piernas al aire, en sintonía con los movimientos sinuosos de crinolinas, y los aprovechó para recrear la atmósfera festiva de los locales y su clientela variopinta. Mucho se ha discutido si se debe entrever una crítica social implícita, sobre todo en sus pinturas, aunque el artista no dejó testimonio de que hubiese sido su intención. En mi parecer la hay, aunque en forma velada.


Toulouse-Lautrec no fue un pintor diletante y frívolo como se le consideró en su momento. Aunque llevaba una vida de excesos en sus correrías nocturnas, se tiene noticia de que durante el día trabajaba intensamente, y se puede vislumbrar con claridad la evolución de su trabajo, que llegó a su punto culminante en la década de los noventa. Una de sus obras maestras es Entrenamiento de las novatas, por Valentín el Deshuesado (1889-1890), pintura que capta con inigualable frescura una escena en el Moulin Rouge, cuyo centro focal es el movimiento grácil y desenfadado de los bailarines. Al observar los rostros de los personajes en el fondo, se descubren sus rasgos caricaturescos, y llama especialmente la atención el personaje ubicado detrás de la bailarina, cuya faz cadavérica remite directamente a las máscaras del pintor expresionista belga James Ensor, que ya causaban revuelo por ese tiempo. 

Aparecen constantemente en sus pinturas y grabados –y sobre todo en sus ilustraciones para revistas y periódicos– esos rostros deformados y caricaturescos que bien indican que el autor lanzaba un comentario crítico en su obra.


Paralelo a sus recreaciones del mundo del espectáculo –cabarets, salones de baile, teatros y circos–, Toulouse-Lautrec pintó innumerables escenas en las Maisons closes (burdeles), donde encontraba las modelos ideales para representar el erotismo femenino con gran soltura y espontaneidad. Además de ser cliente asiduo y establecer relaciones sentimentales con algunas prostitutas, le gustaba instalarse a vivir por temporadas en las casas de citas; así consiguió recrear escenas de la vida cotidiana y la actitud desenfadada de las chicas de la vida alegre. 

Su impactante pintura En el salón de la Rue des Moulins, considerada la más ambiciosa en el tema, arroja muchas incógnitas. Existen numerosos estudios previos, lo que indica que Lautrec exploró a fondo la composición. Es una escena de gran ambigüedad, en donde la actitud pasiva e inanimada de las señoritas provoca desasosiego. La tensión en la atmósfera se palpa en la incomunicación entre ellas, ausentes y ensimismadas en sus dichas y desdichas.


Hasta acá la segunda parte, para la tercera vendrá el final de esta historia sobre uno de los artistas más interesantes de fines del siglo XIX . 

Fuentes y bibliografía:
Este texto pertenece a Germaine Gómez Haro que lo publicó en la revista La Jornada Semanal en noviembre de 2014

Comentarios

  1. Interesantísimo.
    Ahora, por qué exactamente, le decían "la glotona"?

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  2. Si, la vida y la obra de Henri son muy interesantes, si te referís a la bailarina no era la golosa sino "la glotona" y es en referencia a que solía beberse los tragos de los clientes del cabaret mientras hacía sus danzas. Estoy preparando una entrega especial sobre ella y su compañero de baile " el deshuesado"

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  3. en ese Moulin Rouge cabaret ni Pink ni Christina Aguilera y etc no entraban a cantar. Excelente columna

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