La previa del fin


 


 

Se nos viene fin de año

(festejamos Navidad)

 

 

En este último tramo del 2024, al igual que en el último tramo de todos los años que le anteceden, la dinámica de nuestra cotidianidad se acelera hasta límites insospechados, poniendo a prueba nuestra paciencia, nuestra tolerancia, nuestra empatía, nuestra presión arterial y nuestra tarjeta de crédito o débito, con o sin chip.

Súbitamente parece haber una gran conspiración para que no lleguemos a tiempo a los compromisos asumidos, otra conspiración para que Papá Noel o el Viejito Pascuero no nos deje en el arbolito lo que pedimos (y que sin duda merecemos porque nos portamos precioso durante todo el año), ¡No os preocupéis, que siempre tendremos la revancha de Reyes! A no ser que estiremos la pata antes de la medianoche del 5 de enero, o lo que es lo mismo, la hora cero del seis de enero.

Esta cuestión 00/24 nos traslada a ese límite, que visto de un lado es domingo y visto del otro es lunes. Pero el límite se mantiene estoico ahí. Fijo. Como la mirada que llevaba entre las orejas de su Zaino Rodríguez, en ese Cuento de Paco Espínola que narra un encuentro inesperado allí, en un paso, al margen de un arroyo de esos tantos que tiene esta penillanura levemente ondulada que llamamos República Oriental de Uruguay.

Más cerca aún del Pequeño Galileo Flúo, el Arroyo de la Virgen, el Río Santa Lucía, el Arroyo Cufré y el Arroyo San Gregorio, bordean San José fungiendo de límite entre este departamento y los departamentos de Canelones, Montevideo, Colonia y Flores. Ya hemos mencionado en estas páginas sustentadas en código binario, al filósofo que sostiene aquello de que “los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo”. A diferencia de los antes citados arroyos y río, los límites de nuestro lenguaje son infinitamente más laxos y extensos que cualesquiera de estos cursos de agua mencionados.

La determinación geográfica de caídas y pendientes, sumada a la fuerza gravitatoria que conduce cada cauce hacia su desembocadura, también está presente de manera mucho más sutil en la determinación de esos límites, esas fronteras que establecemos como individuos y/o colectivos en nuestra adquisición y manejo del lenguaje. Es así, que determinado colectivo humano puede comprender cabalmente de qué hablamos cuando decimos que fulana, mengano, perengana o sultana (¿Tash Sultana?) estaba medio Mondragón.

Y es así, que en un nuevo interruptus sin acabar una idea adentro del tarro, este tipo macanudo se despide hasta un nuevo Devaneo Sesudo, que será nuestro último encuentro del año, siempre y cuando llegue a tiempo.

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