Nadie esperaba que este café fuera bombardeado


Jehad Alshrafi/AP


Esta no es una columna fácil. No lo es por el tema. No lo es porque me cuesta poner en palabras lo que siento. En estos últimos meses de frío y genocidio me ha abofeteado la cara y el corazón una cruel constatación: para aspirar a tener terceros lugares las personas debemos contar antes con un primer lugar de abrigo y amor y un segundo lugar que nos brinde el sustento. Sin los dos primeros asegurados mal podemos desear, imaginar, construir, un tiempo y un espacio para divertirnos con otros más allá de regulaciones domésticas o laborales.

En definitiva, Oldenburg la tuvo bastante fácil para armar el bolichito en su garaje y ni él ni los vecinos y colegas que se acercaron vivían con el terror constante de que una bomba cayera sobre ellos. Tenían una cama donde amanecer con modorra al otro día, una oficina donde tener reuniones que podrían haber sido un mail y, al terminar la jornada, una cafetería, un cine o un recital donde juntarse con amigos. Podían bañarse y comer algo rico, pedir un delivery, hacer galletitas en familia, ir a la escuelita del nene a ver una muestra de baile al ritmo de mi revolución. Es decir, tenemos, podemos, comemos, pedimos, hacemos y vamos.

Pero en la Franja de Gaza casi dos millones de personas —alrededor del 90% de la población— han sido desplazadas. Muchas han sido movidas repetidamente, algunas diez veces o más, según informa la ONU. Imaginemos la suma de los habitantes de los departamentos de Montevideo y Canelones encerrados y vapuleados como ganado en un territorio del tamaño un poco mayor que nuestra ciudad capital. Desde 2007 el movimiento hacia y desde la Franja de Gaza está fuertemente controlado, ya que Israel y Egipto imponen un bloqueo casi total por tierra, mar y aire en la zona. En 2023 casi el 40% de su población era menor de 15 años con una de las tasas de natalidad más altas del mundo. Esto significa que cada vez nacen más niños en el mismo espacio estrecho.

Israel argumenta que esta densidad crea desafíos en el combate, tanto aéreo como terrestre y afirma que Hamas tiende a situar objetivos militares en medio de zonas civiles y comerciales a propósito. Parece ser que están obligados a atacar sin miramientos, pobres…

“La destrucción del patrimonio cultural como táctica de guerra es una práctica tristemente habitual y con resultados trágicos para la memoria de las civilizaciones. La aniquilación de lugares de culto, monumentos, esculturas, costumbres y, en definitiva, de partes del acervo tangible e intangible de los pueblos ha sido empleada como herramienta bélica durante siglos. Desde la destrucción de la Biblioteca de Alejandría hasta los bombardeos nazis sobre enclaves históricos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, pasando por la mutilación del Partenón de Atenas al calor de la guerra de la Liga Santa en el siglo XVII, la destrucción de la cultura ha sido un mecanismo muy recurrente para eliminar la memoria, valores y legado colectivo de los adversarios”, escribía Diego Mourelle en ladiaria de enero de 2020.

Un plan de genocidio no solo se conforma con cercenar vidas sino que busca eliminar aquellos símbolos y objetos que la hacen posible. Hace más 20 años, desde el cómodo sofá de nuestra casa en Occidente, y gracias a la cobertura permanente de Subrayado, observábamos horrorizados cómo los talibanes destruían con tanques y misiles antiaéreos los milenarios Budas de Bamiyán, localizados en la zona central de Afganistán desde alrededor del siglo V. Su objetivo no era otro que eliminar todo rastro de cultura no islámica del país. Y lo condenábamos porque eran terroristas, porque eran musulmanes, porque eran unos bárbaros. Ahora, que la destrucción planificada de bibliotecas, escuelas, hospitales y plazas la lleva adelante un Estado democrático y amigo de Occidente, nada vemos en las pantallas de nuestros televisores.


Palestinos se agolpan para recibir comida en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, noviembre de 2023 (Hatem Ali / Associated Press)

Los palestinos mueren por las bombas y las balas, mueren por infecciones y enfermedades, mueren de hambre y de sed, mueren hacinados en míseras carpas. Y también mueren al no poder tomar un café con su vecino, al no poder jugar con el amigo de la escuela, al no disfrutar de una obra de teatro, al no poder leer un libro. Estamos ante una deliberada campaña de “limpieza cultural” destinada a la destrucción del ser inmaterial de los pueblos. Borrar la historia del pueblo palestino socava los vínculos con la tierra y debilita su identidad colectiva.

“De hecho, la experiencia muestra que, en numerosas ocasiones, su destrucción o sustracción puede conllevar también la desmembración de las formas de vida y del tejido económico de las poblaciones, un freno al desarrollo local y un saqueo de su riqueza, con la consiguiente caída del número de turistas y apoyo financiero. Por ello, los efectos de la destrucción cultural trascienden ampliamente las repercusiones sobre el legado emocional, ya que sus consecuencias también son muy negativas para el desarrollo económico, la seguridad y la prosperidad de las poblaciones locales”, concluye Mourelle en el artículo ya citado. 


Niños sin escuela


© UNFPA Un niño palestino camina entre escombros tras la reanudación de los bombardeos israelíes a Gaza el 18 de marzo.


Hace casi dos meses la Comisión Internacional Independiente de la ONU denunció que Israel ha destruido el sistema educativo de Gaza y más de la mitad de sus sitios religiosos y culturales, como parte de una ofensiva sistemática contra el pueblo palestino, que incluye crímenes de guerra y de lesa humanidad. El informe señala que más del 90 % de los centros educativos han sido dañados o destruidos, afectando a más de 658.000 niños sin acceso a educación por casi dos años. Según la presidenta de la Comisión, Navi Pillay, esto evidencia una campaña para erradicar la vida palestina en Gaza, con consecuencias graves para el presente y el futuro del pueblo palestino. 

Lectores sin bibliotecas

En 2013 se formó la agrupación Librarians and Archivists with Palestine (LAP) integrada por bibliotecarios y archiveros de EE.UU., Canadá, Suecia y Trinidad y Tobago. Comenzaron su activismo viajando a Palestina para colaborar con sus colegas locales y ha llevado adelante varios proyectos para apoyar la preservación cultural en Palestina y también campañas de lectura de literatura palestina. LAP destaca que la destrucción de bibliotecas en Gaza no solo elimina edificios y libros, sino que también empobrece la identidad colectiva del pueblo palestino y viola su soberanía. En enero de 2024 presentaron un informe llamado “Daño causado por Israel a archivos, bibliotecas y museos en Gaza.” En su presentación señalan:

“Recopilamos y ofrecemos esta información en el entendimiento de que la supresión de la cultura y la historia palestinas ha sido durante mucho tiempo una táctica israelí de guerra y ocupación, un medio para limitar aún más la autodeterminación del pueblo palestino. En 1948, durante la Nakba, 30.000 libros y manuscritos fueron saqueados de hogares palestinos ; en 1982, durante la invasión israelí del Líbano, Israel saqueó y confiscó la biblioteca y los archivos de la Organización para la Liberación de Palestina ; bibliotecas y archivos sufrieron daños durante la Segunda Intifada y han sido objeto de repetidos ataques en Gaza. Además, la destrucción intencional del patrimonio cultural ha sido reconocida como crimen de guerra y procesada ante la Corte Penal Internacional. (...) Ponemos el acento en bibliotecas, archivos y museos como lugares de conocimiento, espacios comunitarios y depósitos del patrimonio cultural. La destrucción de las bibliotecas no solo representan la pérdida de colecciones de libros, sino también los esfuerzos de los bibliotecarios de Gaza para adquirir, cuidar y proveer acceso a materiales de lectura, a pesar del bloqueo continuo de la franja de Gaza por Israel."







La lectura del informe es agobiante, pero no puedo dejar de compartirlo con ustedes.


Jóvenes sin cafeterías


NurPhoto via Getty Images

El desarrollo de actividades comerciales es casi inexistente en Gaza. Quedan pocos espacios para encontrarse con otros y seguir resistiendo. Este era el caso del café Al-Baqa que estaba en el paseo marítimo de la ciudad de Gaza y fue destruido por el ejército israelí el 30 de junio pasado sin advertir a la población. Entre las ruinas se hallaron fragmentos del arma usada que permitieron identificarla como una bomba MK-82 de 230 kg de uso general. De fabricación estadounidense esta es un arma poderosa e indiscriminada que genera una enorme onda expansiva y dispersa metralla en un área amplia. Es decir que afectó al café en un momento de gran concurrencia y a toda la gente que estaba en la vuelta. Los expertos en derecho internacional dijeron que el uso de tal munición a pesar de la presencia conocida de muchos civiles desprotegidos, incluidos niños, mujeres y ancianos, era casi con certeza ilegal y podría constituir un crimen de guerra. Murieron al menos cuarenta personas, pero se estima que pueden ser muchas más pero sus cuerpos se han perdido en el mar. Entre los fallecidos se encontraban un conocido cineasta y artista, una ama de casa de 35 años y un niño de cuatro años. Entre los heridos se encontraban un niño de 14 años y una niña de 12. El café Al-Baqa tenía un local de dos plantas con casi 40 años de antigüedad, construido en madera y amueblado con sillas de plástico. Había reabierto a principios de año tras ser parcialmente destruido por los ataques aéreos israelíes. Se había convertido en un refugio, frecuentado tanto por familias que buscaban un breve respiro de los campamentos como por jóvenes estudiantes y profesionales que buscaban una conexión a internet estable para trabajar, 
o cargar su celular o simplemente sentarse frente al mar. Si bien la gran mayoría de los dos millones de habitantes de Gaza sufren una grave desnutrición creciente y una constante amenaza de hambruna, algunos tienen ahorros o salarios que les permiten frecuentar los pocos cafés que quedan: “Vienen personas que están hartas y quieren respirar aire fresco”, dicen los locales, “nadie esperaba que este café fuera bombardeado”. Al igual que los teatros, hospitales, escuelas y bibliotecas, sentidos como lugares seguros por los habitantes de la Franja de Gaza, este tercer lugar fue destruido con saña para seguir matando a los palestinos en cuerpo, alma y memoria.


Obituario, del poeta palestino Mosab Abu Toha

Dedico a la sombra que había dejado sola antes

de cruzar la frontera, mi sombra que se quedó

escondida y sola en la oscuridad de la noche,

congelándose donde estaba, sin necesitar nunca una visa.

A mi sombra que ha estado esperando mi regreso,

sin hogar excepto cuando caminaba junto a ella

en la luz del verano.

A mi sombra que desea ir al colegio

con los niños de la mañana, pero no

cruza las puertas de las salas de clases.

A mi sombra que ya se ha enfriado, que ha estado

estornudando y tosiendo, sin que nadie le diga ¡Salud!

A mi sombra aplastada por autos y camionetas,

con el pecho atravesado por balas y metralla

cruzando sin alas el cielo,

mi sombra que nadie atiende,

                             sangrando sangre negra

                             a través de sus recuerdos

                             ahora y siempre.


Hasta la próxima y Palestina Libre.

Comentarios

  1. Es un tema salado que moviliza muchísimo. .. Y el mundo es muy tibio con lo que vemos día a día.

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  2. Muy bueno Jime, estos dos años han sido bastante jodidos, por los hechos, y por la indiferencia de muchos.

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  3. Gracias a ambos por leer y acompañar.

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