¿Hay alguien que sepa de cálculos de probablilidades?

 Lymchburg, Virginia, 2019

El downtown de Lynchburg

Lynchburg es un pueblo chico, apenas 20 mil habitantes en el pueblo como tal, y 50 mil si contamos los suburbios. Es común pensar que Estados Unidos es todo como Miami, Nueva York o Chicago, que hay rascacielos, subterráneo,  taxis, tráfico intenso.

Bueno, no, no todo es así,  no, no... apenas 20 ciudades de Estados Unidos son así, el resto, como Lynchburg, son pueblos casi ciudades. Fuera de las 10 manzanas del centro (downtown), que son todos edificios viejos tipo fábricas de ladrillos, como 40 iglesias protestantes y el edificio de un banco en el medio que es la referencia del pueblo con sus 17 pisos, eso es todo. 

En las ciudades grandes, además, por lo general encontrás uruguayos por todos lados. No es el caso aquí: en Lynchburg casi no hay orientales y hasta creo que hay pocos en todo el estado de Virginia.

En nuestros diez años allá conocimos a una uruguaya y eso sucedió como a los cinco o seis  años de estar allá. Carmen, así se llamaba, había estado viviendo a unas quince cuadras de casa todo ese tiempo y no teníamos ni idea. Sabíamos de algunos uruguayos más, pero ya desparramados por otros pueblos del estado de Virginia.

 Carmen era apenas más joven que nosotros, y vivía con su hija adolescente. Su ex, también uruguayo, no vivía con ella pero también estaba en los alrededores de Lynchburg. Casi no se veían y aunque se llevaban bien, solo había contacto a través de la hija que iba y venía entre fines de semana o vacaciones.

Mariella, mi esposa, tenía su emprendimiento con una amiga: una fábrica de alfajores que iniciamos de cero con mucho esfuerzo entre dos parejas junto con unos amigos que conocíamos de hace años. Los hombres teníamos nuestros trabajo regular y “las chicas” arrancaron con el negocio, aunque le metíamos todos parejo.

Mariella se levantaba dos veces por semana a las 2 y media de la mañana para manejar hasta el area de Washington DC y repartir los alfajores en una cadena de supermercados que estaba por esa área. 

LA PIÑA

Un sábado que hacía como 40° fui yo al reparto para aliviar a Mariella. Me comí un desvío en la ruta y me mandó por una paralela unas cuadras. En un semáforo en rojo, estando parado, me distraje queriendo agarrar un  tupper con sandía picada que llevaba para el viaje y al agacharme solté el freno sin querer. Resultado: la camioneta se fue despacito hacia adelante y me di contra un enorme semi-remolque de hierro macizo amarillo que llevaba una máquina vial encima.

El tipo ni se enteró pero la camioneta se abolló toda la trompa, poca cosa. Igual funcionaba así que seguí el reparto pero había que arreglarla.

Como buen chapucero uruguayo había estado evaluando arreglar la camioneta yo mismo comprando las piezas y cambiándolas pero al final estaba en el primer mundo con una SUV de algunos años. ¿Y trataba de arreglar de modo casero estas cosas? Me dije: "dejate de joder, Miguel, no seas rata, estás pagando un seguro, portate civilizadamente".


CARMEN Y FERNANDO

Ya decidido, tenía que elegir un taller. Nunca había utilizado uno así que no sabía adónde ir, pero una noche que vino Carmen a cenar a casa y charlar un rato, al contarle de la piña me dice: “¿y por qué no vas a donde trabaja Fernando, mi ex? Él es gerente de taller en la concesionaria de Chevrolet de acá cerca, tienen tremendo taller de chapa y pintura y trabajan con todas las agencias de seguros y te va a hacer todo más fácil". "
NO SE HABLE MÁS", le dije

-       Ta, ¡fenómeno! Andá y preguntá por Fernando nomás.

Unos días después después del trabajo fui con la camioneta de Mariella y pasé por el lugar, que ya conocía, es un concesionario Chevrolet enorme que además tiene un centro de reparación de colisiones y pregunto por Fernando en la recepción. La chica toma el teléfono, disca y dice “Fernandou,  somebody is looking for you at the reception” (alguien te busca en la recepción). Cuelga y me dice que ya viene.

30 segundos después aparece Fernando. Un tipo más o menos de mi edad, alto y delgado, y me sale sin querer la pregunta clásica del emigrante: ¿Hablás español? (que boludo, yo ya sabía que sí). Claro, me dice, ah, yo soy Miguel... y me corta, “Ah Miguel!, sí, mi ex me dijo que vendrías". 

Después de cinco o diez minutos de cuentos de cómo llegamos cada uno de nosotros a este extraño lugar en el planeta y compartir corolarios de nuestras peripecias, fuimos al asunto del auto. Yo no quería ser el típico uruguayo pesado que se encuentra con otro y hablan horas, el tipo estaba en su trabajo.

Es rápido esto, me dice, bueno “lujo”, le digo. Me explicó cómo funciona el seguro y le pide a la chica de recepción los formularios para llenar del seguro y esas cosas, me dice "llená estos papeles" y listo, que yo me encargo y te aviso.

Llené todo y él guarda los papeles, me dice “bueno, un gusto che, qué casualidad ¿no? Qué bueno que nos  conocimos, etc. etc. y me despido.
 

-       Mil gracias Fernando, también un gusto igual

-       Andá nomás y traé la camioneta mañana o pasado, con alguien que te lleve así la dejás. Después andá a la “rentadora tal”, que el seguro te alquila un auto para que tu esposa no quede a pata. 

Y listo... me fui.

Le comenté a Mariella en casa que Fernando era un tipo amable y rebien, todo fácil y que en un par de días íbamos en los dos autos, para dejar el de ella.

SURREALISMO

Dos días después fuimos con Mariella, entré y pedí por él, y cuando vino se da el diálogo que intentaré reproducir a continuación:

-       Hola Miguel, ¿ya todo listo? ¿Vaciaste la camioneta?

-       Sí, todo bien, está ahí afuera estacionada. Vine con Mariella.

-       Ah buenísimo, dale le doy entrada y ya la recibimos y te vas, pero escuchá, quería preguntarte una cosa. Vi los papeles y veo que vos sos "Cuestas"de apellido. ¿Vos sabés que yo conocía unos Cuestas por allá por el hipódromo, en General Flores casi Cuchilla Grande? (hoy se llama José Belloni, sí, pero a los viejos se nos pegan los nombres viejos de las calles). Y sigue:"Ellos vivían en una casa con un terreno grande y había una gurisa muy linda, con el pelo largo, negro, había una hamaca en un parral grandisimo... yo era muy chico" -agregó.

Ahí me empecé a entrar e una especie de shock amortiguado que se ve venir despacio, era un montón que alguien en Estados Unidos y que no conocés de nada,  te diga que estuvo en tu casa cuando eras un niño en Uruguay,  porque esto no sucedía en Barcelona, ni en Australia, ni en Suecia, ni en Miami ni en Nueva York donde hay miles de uruguayos, sino en  ¡Lynchburg, Virginia! ¡Y había estado en mi casa paterna! Pah, esto es demasiado pensaba para mis adentros, ¡y además se acuerda el hdp! Y eso que ni imaginaba lo que estaba por venir. 

-       Pah, ¡no te puedo creer, describiste la casa de mis viejos! Y la del pelo largo negro era mi hermana seguramente. Pero entonces repetime, ¿vos estuviste en mi casa?.

-       Bueno, si vos decís que es esa, sí, en realidad me acuerdo muy poco porque yo era bien chico –recalca-, mi vieja conocía a tu vieja... nosotros vivíamos por Belloni, cerca de la Granja Dominga, por Manga.

-       Ah, mirá... sí, claro -lo corté-, mi vieja conocía a todo el mundo, era modista  y cosía para muchísimas mujeres del barrio que iban a casa a probarse o a levantar las prendas.

-       No, nada que ver, decime...  tu hermana por casualidad, ¿tiene 57 años? (y dale con mi hermana, se ve que lo había dejado flechado ya a esa temprana edad).

-       No, le digo, ella tiene cincuenta y ocho, es mayor que yo.

-       Ah, no...  andá a saber, porque mi mamá conocía a tu mamá del sanatorio, estuvo en la cama al lado de ella en la misma sala e hicieron amistad, después la visitábamos a veces, cuando íbamos al centro, en el 169 pasaba siempre por tu casa y mi madre cada vez repetía...  “¿Ves? Esa es la casa de los Cuestas” y una o dos veces nos bajábamos y la visitaba, y después seguíamos para el centro.

Él seguía hablando pero yo ya me había transportado al terreno de la casa de General Flores, mi casa de la niñez, la voz de Fernando ya me sonaba lejana aunque estábamos parados uno frente al otro ahí en un lugar en la loma del quinoto en Virginia. Mi mente volaba pasando años rápido en reversa como hojas de un libro del final hacia el principio, la cosa se ponía rara, yo hacía cálculos de fechas que no me cerraban porque Fernando seguía hablando y me resultaba como un  murmullo de fondo que me distraía, en eso, escucho un "¿entendés?" y me despierta del viaje espacio-temporal  y me trae de nuevo a Lynchburg/Virginia/EEUU/automotora/2019.

-       Ah sí, si, claro! Y cuando pretendía seguir lo interrumpo de nuevo.

-       ¡¡Pará, pará, pará!! . Dijera Fantino. ¿Qué sanatorio? Que yo sepa mi madre estuvo internada una vez que la operaron de várices, después... que yo me acuerde, más nada.

-       No, no... mi madre estaba internada para parir, y tu mamá también, en la misma sala en camas linderas, era un sanatorio por Ocho de Octubre y el túnel. ¿Alguno de tus hermanos nació el 29 de julio? Porque yo nací el 30 de julio, y sé que tu mamá dio a luz el día anterior, el 29 de julio de 1962.


¡
PLOP!

 ¡Ahora sí es demasiado! El tipo frente al mí, al que jamás conocí ni tenía idea de su existencia, o sea un perfecto extraño, a 9.000 km de Uruguay, me está diciendo que ¡NACIÓ AL LADO MIO! Con unas horas de diferencia hace casi 60 años.

-       Y casi con culpa se lo dije: "No, Fernando... no era mi hermana. ¡ERA YO! " 
¡YO NACÍ ESE 29 DE JULIO! Sé que vos tuviste todo este tiempo con la idea de que aquella gurisa que viste era la que nació ese día, pero no fue ella, fui yo, mi hermana cumple en enero.

-       ¡NO PUEDE SER!, me dice...

Mi cabeza no paraba de dar vueltas y hacer cuentas tratando de calzar fechas de aquello que yo no recordaba, sesenta años atrás, ninguna pieza encajaba, o todas encajaban demasiado rápido, no sé. No tengo idea de qué edad tendría Fernando cuando iba a casa, ni de cuánto duró la amistad de mi madre con su madre, pero imagino que no más de 4 o 5 años.

Despues le pregunté a mi madre acerca de esto, pero ella ya estaba bastante deteriorada en 2019 y su mente confusa no recordaba nada de eso.

Cuando estaba saliendo del shock y los cálculos seguimos hablando un rato y descubrimos que ya de adolescentes nuestras vidas se cruzaron muy cerca un par de veces más y no nos encontramos antes por muy poco. Estuvimos los dos en el mismo liceo en primero, sólo que él iba de mañana y yo de tarde, y conocíamos a varias personas en común pero nunca uno supo de la existencia del otro. 

-       ¡Increíble cómo me conociste! O cómo te acordaste, ¡que memoria!

-       Bueno, sí, tu apellido no es un apellido muy común en Uruguay, y acá menos, cuando lo leí me acordé de aquellos años. 

Si yo hubiese conocido a alguien llamado  Fernando Varela no le hubiese dado la mínima pelota, no me hubiese llamado la atención. Además, mi madre al crecer nunca me contó de la señora y su hijo o de esa amistad. Estoy seguro que al menos hasta los 5 años (ese es mi límite de memoria hacia atrás) jamás supe de ellos.

Este acontecimiento me tiene perplejo hasta el día de hoy, cada vez que lo recuerdo en mi cabeza aparece Heber preguntando "¿Por qué...?, ¿Cómo...?" ¿Que fuerzas retorcidas del universo hacen que estas cosas pasen? 

Porque hasta podríamos habernos conocido sin que aflorara la historia detrás por haber un apellido raro.  ¿Pasará muchas veces y no lo sabemos? ¿Qué hace que en la memoria de un niño muy pequeño, porque creo que él era muy pequeño,  haya quedado grabada la imagen de una niña y una casa? Porque no es sólo que la madre le repetía “ahí es... ” a pesar de no haber ido muchas veces, él describió la casa tal cual era hace ya  62 años hoy, cuando escribo esta columna.

Ni siquiera llegó a haber amistad con Fernando, solo la relación del trámite de la camioneta, y unos meses más tarde cuando se me cayó una moto y se rayó el costado, le llevé un carenado para pintar, pero no hicimos grandes juntadas ni nada, apenas nos vimos tres o cuatro veces.

Cuando en otros países conocía un uruguayo casi siempre después venía una seguidilla de asados y juntadas. Este no fue el caso, fue todo muy raro pero natural, tal vez porque era Estados Unidos y no se acostumbra tanto eso de “armar rancho”.

Fernando se mudó al estado de Florida (ya me lo había comentado) unos meses después de pintarme el carenado de la moto, o sea que estuvo en Lynchburg solo esa ventana de tiempo de unos años en los que yo choqué la camioneta. Apenas sucedió lo que debía suceder, se fue.

LA YAPA

Hace unos meses, acá en Montevideo recibo un Whatsapp de Fernando que decía:

Whatsapp de Fernando en 2024.


Partida de nacimiento de Fernando

Mariella me dice: "ahí en "la caja de los papeles" debe haber una partida tuya, fijate, deben estar ahí también".  Corrí desesperado al cajón de los documentos y busqué una partida mía (sí, los migrantes siempre tenemos una caja con documentos de TODO), y efectivamente, ahí estaba mi partida con las mismas tres firmas de mi viejo, su padre y su abuelo, estampadas en diferente orden nomás. El mismo día, sesenta y dos años atrás, fueron los tres a anotarnos a los dos y como se acostumbra hasta el día de hoy, unos le salen testigos a otros y viceversa. Por supuesto que le envié la foto también.

Mi partida de nacimiento

Fue la última vez que supe de Fernando, en marzo de éste año.

Si alguien sabe hacer calculos de probabilidades... me sacaría una curiosidad enorme saber cuántas chances hay de que algo así suceda.

Hasta la próxima.

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