Muchos vencidos, ningún vencedor


De todos los renglones mal escritos que he traído a este espacio en forma de columnas, ningún tema me llevó tanto tiempo como el de La Guerra Grande… y vaya si hay motivos. Este conflicto, el más extenso en duración y con tantas aristas, ha insumido un esfuerzo bastante notorio para mis pocas luces ya que en pocas líneas debía resumir todo este dramático episodio. Lo peor es que a más intenciones de redondear, más “cositas” fueron surgiendo. Grande es la tentación pues para extenderme más y más escribiendo de una guerra que marcó profundamente al país tanto en su estructura política como en su tejido social y económico. 

La Guerra Grande fue surcando por varias etapas hasta culminar en 1851, luego de que las alianzas de unos prevalecieron sobre otros. Recordemos que este conflicto empezó con dos caudillos orientales que se autoproclamaban Presidentes Constitucionales legítimos pero, pero, peeeeeeero que lideraban ejércitos mayormente extranjeros y que debían mucho de su misma existencia a apoyos extranjeros. Son estos mismos apoyos los que permitieron que la conflictividad se extendiera por casi dos lustros y cuando tocó devolver gentilezas y favores, esto se tradujo inequívocamente en poner sobre las espaldas de un aún jovenzuelo paisito, una linda y cargadísima mochila pesada como un remordimiento.

Sin un vencedor claro pero con una intervención de Brasil a favor a los de la Defensa, es decir los Colorados, la balanza decididamente se inclinó a favor de los ancestros partidarios de Andrés (Ojeda y Reyes) una vez finalizado el asedio a la capital. Lo que había comenzado Oribe en 1843 con la posterior invasión desde laaaaaaaaargentina con apoyos de combatientes y dinero también de origen argentino, fue levantado con la ayuda de las tropas brasileñas, británicas y francesas. La derrota de Manuel Oribe, líder de los Blancos, y su posterior exilio, puso fin al conflicto.

“El 19 de julio de 1851 las fuerzas conjuntas invadieron el Uruguay, Urquiza y Eugenio Garzón, ex blanco que reaparece al mando de un ejército de la coalición. Más tarde, el 4 de setiembre, una enorme fuerza brasilera hace lo propio. Era el jaque mate. Oribe lo comprendió de inmediato y se rindió” relata el historiador Prof. Leonardo Borges en el ya multicitado libro “Sangre y Barro”.

La paz fue oficialmente sellada con el Tratado de Montevideo el 8 octubre de 1851 (para los que no sabían porque se llama así la avenida tienen aquí la respuesta). Dicha firma estipulaba el retiro de las tropas extranjeras y el reconocimiento mutuo de las facciones en conflicto y la famosa, altisonante y por todos lados fantasiosa frase de “…NO HABRÁ VENCIDOS NI VENCEDORES…” (Art. 5 de la Paz de Octubre de 1851). Sin embargo, las heridas del conflicto y las profundas divisiones entre los Blancos y Colorados continuarían afectando a la política y a la sociedad uruguaya por décadas… aunque ahora, parecen echadas a la cuenta del olvido y todo es maso lo mismo, ¿o miento yo? Noooo, no miento, bajaré línea, pero mentir jamás. 

La Guerra Grande sin dudas redundó en un impacto indisimulable por lo prolongado del conflicto, combinado con la violencia y la devastación en el campo. Todo esto resultó en una significativa reducción de la población. Se estima que la guerra causó la muerte de cerca del 10% de la población de la época, afectando gravemente a las comunidades rurales. Además, el desplazamiento forzado de familias que se vieron forzadas a buscar refugio en países vecinos como Argentina y Brasil. Este éxodo contribuyó a la disminución de la fuerza laboral y afectó la recuperación económica post-guerra. Entre muertes y emigración sumada a la destrucción de infraestructuras básicas como viviendas, caminos y sistemas de riego agravaron la situación demográfica.

En términos económicos, la Guerra Grande dejó a Uruguay en ruinas. El conflicto interrumpió la producción agrícola y ganadera, principal motor de la economía uruguaya en ese momento. Las zonas rurales, que sufrieron los mayores estragos de la guerra, vieron sus tierras asoladas y su ganado diezmado, lo que provocó una caída dramática en la producción y en las exportaciones.

Con tanto daño hecho por el conflicto, la reconstrucción de las infraestructuras y el restablecimiento de las actividades económicas fueron procesos lentos y costosos. Además, la guerra incrementó la deuda pública, ya que ambos bandos en conflicto solicitaron préstamos para financiar sus operaciones militares, dejando al país con una carga financiera considerable.

Sin vencidos ni vencedores rezaba la Paz de Octubre, pero el campo quedó reducido a escombros. Sin vencidos ni vencedores, pero la sociedad que se había matado por años de repente debía levantar un país desmoronado mientras secaban sus lágrimas por tanta pérdida. Sin vencidos ni vencedores, pero de veinticuatro saladeros que había en épocas pre guerra, solo quedaban tres o cuatro. Sin vencidos ni vencedores, pero cinco tratados firmados con Brasil terminan entregando prácticamente en bandeja nuestra soberanía (por ejemplo se sanciona, en uno de esos tratados, el derecho de intervención brasilera para “garantizar” la integridad e independencia de nuestro país). Sin vencidos ni vencedores, pero territorio y derechos de navegación cedidos en exclusividad a Brasil, como también subsidiarlo y reconocer deudas por prestación de socorro.

Sin vencidos ni vencedores, y queda más tela para cortar, pero podemos resumirla así: el balance de las cuentas una vez finalizada la Guerra Grande queda un truculento saldo de mucha sangre derramada, un país hecho pelota y la legalización del manoseo alevoso de nuestros vecinos.

Como escribí al principio, hay muchos más detalles para compartir, varias cuentas más para sumar al collar de barbaridades que ocurrieron y de los altos costos que se tuvieron que pagar por este tremendo enfrentamiento, pero se extendería en demasía la columna y hay que avanzar.

En próximas entregas los invito a sumergirse en abordar uno de los temas más obviados por la historia que nos enseñan en la escuela y en el liceo y que es hijo directo de la frase “sin vencidos ni vencedores”.

Ya veremos que, al final de cuentas, hubo muchos vencidos y ningún vencedor.



 

Comentarios

  1. Excelente final para una historia sin desperdicio. Felicitaciones una vez más! Y todos sabíamos que Reyes era colorado....

    ResponderBorrar
  2. Una columna con la calidad de siempre y, por momentos, con claras influencias Scelzescas. Hay que decirlo. Espero la que viene

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Pero la pregunta, el interrogante, la cuestión que nos convoca, nos cita, nos aglutina: ¿dulce o salada la colucna S.B.?

      Borrar
  3. Gracias Tatanka.
    Esperamos la próxima

    ResponderBorrar
  4. Blancos y colorados se pelearon hasta 1971, en que inmediatamente a la creación del FA hicieron actos y sacaron publicidad juntos diciendo ser los únicos partidos democráticos.

    ResponderBorrar
  5. La existencia de un enemigo político en común quizás ayudó a olvidar afrentas hasta llegar al día de hoy que ya ni ellos conocen su propia historia.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Antes de publicar, piense si su mensaje puede llegar a herir a alguien. Gracias.