Las ratitas que se salieron con la suya.

 

Cualquier similitud con la realidad o alguna historia pasada es pura casualidad.

Verano de 1994, día lunes, en la localidad de Pozos Azules, ubicada por Caminos de la Cantera, zona limítrofe de Pan de Azúcar, en ese lugar vivía Luis Alberto, que después de una noche de timba, carreras de caballos y excesos con el alcohol le costaba despertarse para ir a la chamba. 

​(En sí, a Luis le gustaba más la noche que a Drácula)

Luis Alberto trabajaba de administrativo en el banco de la ciudad de Pan de Azúcar. Con su auto siempre hacía el mismo recorrido por el Camino de la Cantera (488 kilometros de ida, cantaba Luis) que era bastante rural y solo los que vivían ahí lo transitaban.

En los costados de ese camino por el que conducía Luis en su auto, vivían muchas alimañas. Entre ellas, ratas de color blanco.

Dentro de esa comunidad estaba la ratita Gabriela. Era un poco como investigadora de la comunidad de ratitas, porque si faltaba algo de las provisiones ella encontraba al culpable. Una crack la ratita Gabriela.

Pero la ratita Gabriela estaba cautivada por un integrante de la comunidad que se llamaba Fibra. 

El Fibra era una rata muy musculosa con buena parla y que tenía un emprendimiento de cruzar a otras ratitas blancas hacia el otro lado de la calle.

Él era inteligente, cruzaba a 2 o 3 ratas para el otro lado y volvía a su comunidad. Lo más peligroso de cruzar la calle era cuando pasaba Luis Alberto manejando su auto a toda velocidad para ir a trabajar.

Luis Alberto siempre llegaba tarde a su trabajo y tenía varias inasistencias. Eso ya lo tenía en la cuerda floja. Pero eso era el menor de sus problemas dado los excesos de apuestas por los que le debía mucho dinero a gente pesada.

Desesperado, se le ocurrió una idea que lo podría salvar y así pagar esa deuda: tirarse de tesorero del sindicato para manejar los fondos de los trabajadores afiliados, ya que ese puesto estaba vacante por el alejamiento de Julio, que se había ido del país.

Era algo raro porque él ni estaba afiliado y era antisindicato, pero la desesperación y la ambición pudieron más.

Ya afiliado y después de participar en varias asambleas y con una gran participación debido a su manera de hablar yyde dirigirse a los compañeros, se postuló para ser delegado de finanzas del sindicato y fue votado por la mayoría. Solo tuvo 2 abstenciones.

(Hay que decir que Luis Alberto era un gran letrista. Supo trabajar en comunicación y estudió para abogado, y aparte la gente por los 90 comía siempre del tupper como en la actualidad).

Ahora solo le quedaba idear un plan para hacerse del dinero de los compañeros del sindicato del banco Pan de Azúcar.

Y la idea ya estaba en marcha: él tenía que presentar a fines de marzo el balance de los fondos del sindicato y craneó un plan perfecto.

Siendo administrativo del banco pudo manipular documentación a su antojo y fue así como pudo vaciar el fondo del sindicato, dejando en evidencia que el anterior tesorero habría sido el culpable.

(Ya con el dinero en sus manos pudo pagar su deuda a las personas pesadas que le debía).

Pero para él había que agregar algo más a ese plan.

Era un viernes en la noche por Camino de las Canteras. Las ratitas blancas estaban en un debate sobre el accionar del Fibra por cruzar muchas de su comunidad para el otro lado. Se preguntaban: "¿qué ganaba él con todo esto?"

Y la única que lo justificaba era la ratita Gabriela. Ella estaba nublada por el amor que sentía por él y lo veía  como una víctima.

En medio de ese debate se siente un ruido de sirenas y un vehículo que pasa a toda velocidad: las ratitas blancas se asustaron por tanto ruido.

Eso fue una ambulancia que había sido llamada de emergencia, dado que se trataba de un posible envenenamiento desde la casa de Luis Alberto.

Cuenta Luis que al llegar a su hogar, en su puerta había una botella de vino con un moño de regalo y que esa noche se dispuso a beberla con la comida.  Ya al tomar el primer trago le sintió un raro sabor y se empezó a sentir mal. "Parece que el vino está envenenado", dijo. 

Los médicos se lo llevaron para dejarlo internado y hacerle estudios por seguridad. Antes de irse, Luis agarró una carpeta con documentos para llevarse con él. 

Ya internado se comunicó con los otros directivos del sindicato y les mostró los documentos que dejaban claro que Julio, el anterior tesorero, se había robado todo, por lo que no había fondos.  Y que el intento de envenenarlo fue obra del mismo Julio, porque sabía que todo iba a salir a la luz.

El plan salió magnífico: se lo tragaron completito los dirigentes del sindicato ("en la boca, en la boca, todita en la boca") decía por dentro Luis.

Mientras tanto, en la comunidad de la ratitas se hacía un juicio para ver qué hacían con el Fibra. La ratita Gabriela estaba de su lado y esto sorprendió a las demás ratas, dado que ella era más de encontrar culpable que inocentes.

El Fibra era indefendible y esto llevo a que Gabriela ideara un plan para salvarlo. Le dijo que al caer la noche se escapara para el otro lado de la calle, que ella le haría de campana.

Paralelamente, ya dado de alta y en casa, Luis recibe el llamado de sus colegas sindicales para reunirse en la sede sindical. Al llegar, era una reunión sorpresa para felicitarlo por la gestión y desenmascarar a Julio. 

Al caer la noche, la ratita Gabriela y el Fibra se disponían a ejecutar el plan de escape. El panorama era ideal: nadie transitaba a esa hora. El Fibra le dijo que escapara con él pero ella no podía.

Se miraron, se juntaron sus narices blancas y se despidieron. Cuando el Fibra gira para cruzar la calle, venía un auto a toda velocidad y en zigzag. 

Era Luis Alberto después de esa juntada. Venía bien "Mondragón" manejando. La ratita Fibra quedó paralizada.

En ese instante ya se veía masticando ese gran queso en el más allá pero, de pronto, sintió que alguien lo empujó, haciéndolo caer al otro lado de la calle.

¡Fue la ratita Gabriela quien lo salvó! 

Y ahí ambos gritaron "lo logramos, nos salimos con la nuestra".

Luis ni cuenta se dio. Iba en un cumple, arriba de su auto. Al llegar a su casa, siguió tomando y sentado en sillón con un vaso de whisky y medio dormido decía "lo logré, me salí con la mía".

Y así termina este relato medio mamarracho donde las ratas se salieron con la suya.

Comentarios

  1. Me parece, o quiero creer, que el cuento todavía no terminó...

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Hola me as puesto en un aprieto con ese comentario jajajaja creo que dependerá de los mensajes que llegué a tener la historia.

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  2. mhh en este momento solo me surge que pelotuda mi tocaya!!!! Si la historia sigue, porfi que se deje de locas pasiones!!

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  3. ¿Estamos hablando de roedores verdad? ;-F

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