Era suya y de nadie mas...


Belén seguía sentada en el cordón de la vereda, esperando, con los ojos muy cerrados. Escuchó a lo lejos su nombre, eran los amigos del barrio, esos que verdaderamente la rescatarían.

Llegaron en bicicleta, en pandilla, como siempre. Sonrió y recuperó el aliento cuando la rodearon,  estaban eufóricos, no paraban de hablar de lo que había pasado el día anterior, contaban la escena como una película con policías sacando fotos, ambulancias y patrulleros, la cinta que rodeaba la casa, sabían la historia pero quizás desde su inocencia no entendieron  la magnitud de los hechos. Era como una aventura para ellos. 

Belén corto el cuento preguntándoles si sabían donde estaba José, su padre. Los chicos lo ignoraban  pero harían lo de siempre, averiguarlo. 

Llegaron al lugar, no estaba muy lejos. Un hombre de traje y corbata los recibió en la puerta, él les confirmo que José estaba allí. No quisieron entrar, miraron desde lejos. El lugar se veía sin flores ni velas, el cajón parecía  grande y solo dos señoras lo acompañaban, sus hijas mayores. No había llanto ni pena, ni murmullos ni rezos. Belén respiró hondo y no supo qué sentir. Era su padre pero no dolía, sentía que debía enojarse pero extrañamente tampoco podía.

Pasado el mediodía volvieron donde Mabel y se dieron cuenta de que no había nadie. Les dijeron que habían partido hacia el cementerio. Allá salieron todos.

Las puertas del cementerio eran de rejas, muy grandes y altas, como las fotos del paraíso que ilustraban la revista Atalaya que leía Mabel. El camino se veía largo, cortaba la visual una capilla pequeña que parecía recibirte justo al medio del camino y mas atrás el tumulto de gente. 

Mientras los chicos deliberaban si entrar o no porque les daba miedo, Belén ya había apresurado el paso para llegar, se coló entre la gente, caminó entre lapidas y tumbas hasta toparse con dos fosas abiertas en la tierra, casi juntas. Al costado de una estaba el cajón de Mabel, lo habían tapado y asegurado, mientras lo bajaban con cuerdas alguien decía unas palabras, se escuchaban llantos y rezos. Al depositarlo allí, la tierra empezó a caerle encima y la desesperación invadió a Belén. ¿Qué hacen? ¿Por qué? 

Sintió que le temblaba el cuerpo, sintió náuseas, sus ojos se llenaron de lágrimas, buscaba una mirada que le explicara, quiso lanzarse a rescatar a su madre y alguien la contuvo: "ya está -le dijeron- ya está". 

Tocaba asumir que ese era el verdadero final del cuento. 

Lloró desconsoladamente, con fuerza, como vaciando el alma, como desintegrándose en cada lágrima. Tenía rabia, frustración y miedo, sobre todo mucho miedo. 

El hermano mayor la sostuvo en brazos mientras caminaban de vuelta hacia la puerta, aferrada a su cuello y con la cabeza apoyada en el hombro, veía que se alejaban y se negaba a dejarla ahí. 

-¿Y si hace frío? ¿Si se despierta? ¿Si se siente sola? -preguntó. 

-No pasará nada de eso -le contestó ese muchacho, con la frialdad de quien no puede dar consuelo porque solo necesita ser consolado. 

La gente se fue despidiendo y volviendo a sus vidas,  quedaron solo los hermanos. Primer momento a solas, primera vez solos. Se miraron en un profundo silencio de confusión y desconcierto. 

-Hay que seguir -dijo uno de ellos y comenzaron a caminar. 

-Quiero ir a casa -dijo Belén. 

-Ahora la casa es la de la abuela, aquella ya no es más nuestra casa -le explicaba la hermana mayor- No se puede ir a esa casa, está cerrada por la policía. No se puede ir -enfatizó la hermana. 

Los chicos aún esperaban en la vereda de enfrente, dispuestos a sumarse y acompañarlos adonde fueran.

Apenas cruzando la calle y como si el destino hubiera jugado poco con ellos, vieron llegar el auto que traía el cajón de José, ese mismo cajón que depositarían junto a la tumba de Mabel. 

Cumplió su promesa, era suya y de nadie más. 

Comentarios

  1. Había una organización feminista llamada "Flor..." (no me acuerdo del apellido) que homenajeaba a una mujer asesinada a puñaladas por su ex en la feria de Tristán Narvaja diciendo algo como lo del título.

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  2. El asesino era un militante del PCU, digo por si en la izquierda alguien se cree vacunado contra el machismo.

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  3. Qué sentimiento de vacío ese que te viene cuando quien supuestamente debía cuidarte en realidad te termina arrancando una vida de todo.

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