Cuando empecé esta aventura me hice un archivo que se llamó “apuntes para siguientes columnas”. Allí fui copiando y pegando los comentarios que me dejaron ustedes como lectores, noticias que me iban apareciendo en las redes, reflexiones que surgían mientras viajaba en ómnibus o visitaba otras ciudades. Hoy, como cierre de este año y quizás del ciclo de terceros lugares, intentaré resumir algunas de esas ideas en un collage divagante.
De los comentarios que fueron dejando, parece ser que no buscamos necesariamente un espacio, sino algo así como una tribu momentánea y a la vez permanente. Por ejemplo, Juangui hablaba del fútbol 5 como un ritual completo, con ese tercer tiempo donde se comenta lo que pasó y en qué andamos. Diego hablaba de un taller de murga que haría con su esposa gracias al servicio de Bienestar Universitario (nunca mejor puesto ese nombre), ya nos contará cómo les fue. Alguna vez apuntó Ale Sin Género, o Agustín, ya no recuerdo: los boliches de juventud reemplazados por casas propias donde se corta la noche con conversaciones interminables. Pablo apuntaba que incluso el vínculo con una nieta puede convertirse en ese espacio donde el tiempo se pliega de manera distinta.
Uno de los hilos más sugerentes de esta trama que hemos tejido entre todos es la idea de seguridad emocional. Ese tercer lugar donde se puede ser uno mismo sin ajustarse porque no se trata solo de pertenecer, sino de permitirse desmontar las defensas. Agustín decía: “jamás sentí que algo faltaba si solo estaba con uno, ni sentí agobio si estaban todos mis amigos”. Allí es donde este concepto muestra su verdadera potencia: no como territorio físico, sino como un microclima de autenticidad. En este mapa afectivo se suspende el deber, se activa la escucha y se resguarda nuestra identidad social.
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| Hanna Pauli. Amigos. 1900-1917. Museo Nacional. Estocolmo |
Por otro lado, hay cuestiones contemporáneas que muchas veces paralizan nuestro accionar afectivo: el laburo, la inestabilidad, el estrés, el cierre de una emisora de radio. Los terceros lugares nos ayudan a cambiar el ritmo de nuestras edades, duelos, migraciones, ingresos, pandemias y reorganizaciones del trabajo. Por ejemplo, el home office borró la frontera entre casa y empleo y nos impulsa a buscar nuevos segundos y terceros lugares donde antes había rutas claras y ahora no tanto. Algunos bares se vuelven marcas y las marcas se vuelven estrategias de identidad. Pero, afortunadamente, la nostalgia por los lugares sin wifi y donde alcanza con un café eterno o un mate o una cerveza comprada en el almacén de la esquina, nos sigue moviendo, nos sigue invitando a sacar las sillas a la vereda.
En definitiva, el tercer lugar no es un espacio al que se entra, sino un modo de estar con otros. Que no sean perfectos, que no cumplan con todos los ítems del check list del viejo Ray no los hace menos valiosos. Su mutabilidad no es una falla: es señal de vida. Allí donde hay un tercer lugar, hay un intento —a veces frágil, a veces jubiloso— de seguir siendo humanos en compañía.

Por último, no podía dejar de hablar de la radio que ya fue protagonista de varias de mis columnas. Amanecer y prender la radio es, para todas las personas que andamos por acá, una forma de cartografiar terceros lugares con otras personas, prójimas no tan léjimas parafraseando a Íbero Gutiérrez. Ahora, el silencio abrupto, violento y miserable que impusieron los dueños de M24 hace una semana dejó a una tribu huérfana de voces y afectos. Había quienes la prendían desde Álvaro Pan hasta que Ximena Cedrés hacía el resumen de la jornada. En mi caso, llegué a ella de casualidad, un día que moví el dial y escuché las voces familiares de Andrés y Santiago que ya conocía de mis tiempos de 13 a 0. Y me quedé. Diego hizo una excelente historia de su pasión con la radio en general y con el programa en su última columna por lo que no redundaré en detalles con los que hago acuerdo al 100%.
“Todo por la misma plata” seguirá en el éter, acompañado a donde vaya por su comunidad de oyentes. Cierto es que aún no sabemos en qué rayita del dial haremos la muesca con una birome o si apelaremos a otros formatos más allá de la radiodifusión. Agustín dijo que juntarse con sus amigos “es un tercer lugar fijo, pero con movimiento”. Si me preguntan si eso es ser oyente de este programa, si me preguntan si esta es mi tribu momentánea y permanente… mi respuesta es que ¡SÍ!
Larga vida a los terceros lugares, larga vida a Todo por la misma plata.
Gracias por estar del otro lado, salute y hasta el año que viene.
Jimes


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