Spinoza fue al teatro


El jueves fuimos al teatro con unas amigas. Qué lindo es ir al teatro. Y siempre que voy me pregunto por qué dejo pasar tanto tiempo entre funciones. El teatro hurga en nuestras miserias, nos atraviesa el cuerpo y nunca nos deja ir igual a como entramos a sala.
Sostener la cultura
En un artículo del año pasado tres arquitectas de la Universidad de Bagdad investigaron qué peso tienen las actividades culturales en el desarrollo sostenible de las urbes. Incluyeron el concepto de “tercer lugar” aplicado al diseño urbano bajo la premisa de que incluir la cultura en la planificación de espacios urbanos sostenibles enriquece la sociabilidad y el apego al lugar. En definitiva, dar tiempos y lugares a la cultura colabora con el desarrollo de las ciudades y hace que nuestra vida en ellas sea más disfrutable. Las autoras citan a un par de colegas canadienses que en la relación entre cultura y sostenibilidad identifican dos dimensiones que seguramente suenen familiares: diversidad cultural y patrimonio cultural. Y suman dos más: la participación cultural y la vitalidad cultural.  
La participación cultural enfatiza la importancia de la participación activa y el involucramiento de las personas en actividades culturales, mientras que la vitalidad cultural reconoce el papel de la cultura en la mejora del bienestar y la calidad de vida. Para que exista participación y vitalidad deben preservarse los terceros lugares pues ellos habilitan las interacciones sociales, la participación comunitaria y el fortalecimiento de los lazos entre los miembros de la comunidad. Podemos volver a mencionar las bibliotecas, claro está, pero tenemos museos, placitas para nuestras infancias y espacios festivos.
Citan a Clayton J Hawkins de la Universidad de Tasmania hablando de los festivales pero pienso que bien se puede aplicar al teatro:
Estos espacios de festivales brindan entornos temporales pero vibrantes donde personas de diversos orígenes se reúnen, fomentando un sentido de comunidad, interacción social y cohesión, alentando la expresión creativa, el intercambio cultural y promoviendo un fuerte sentido de pertenencia al lugar.
Sin querer cansar con cuestiones teóricas a quienes me estén leyendo, podemos llegar a un acuerdo sobre que nuestra cultura (polisémico, discutible, inabarcable concepto) colabora en el sentido que damos a nuestras vidas y se basa en valores compartidos que nos afectan (con pasiones tristes y alegres diría Spinoza) como personas y como sociedades. Las memorias, las experiencias, las identidades, los vínculos de amistad, de familia o sexo afectivos y sobre todo lo que aspiramos sobre lo porvenir, necesitan dispositivos culturales de todo tipo para seguir existiendo. 


Y esos dispositivos culturales no surgen por generación espontánea como la mosquita de la fruta. No son inocentes e inocuos. Los consumimos desde que nos levantamos y prendemos la radio hasta que nos dormimos scrolleando el celular. Horacio Buscaglia decía que Sensemayá es muy poderosa y no la vemos pero que en todo está: nos vamos a lavar los dientes “y de adentro del tubo de pasta sale serpenteando Sensemayá con flúor” (para no olvidarnos de Palestina les invito a buscar sobre Procter and Gamble y BDS).
Obviamente no vengo ni desde el púlpito ni desde el pulpito a señalar el consumo de bobadas pues todes estamos en la misma, algunes con más intensidad que otres. Pero, pero, pero como cantaba hasta las lágrimas el gran Enrique Pinti:
“Pasan los años, pasan los gobiernos, los radicales, los peronistas, pasan veranos, pasan inviernos, quedan los artistas…”

El artivismo
Estaba por dejar esta columna para el primer martes de noviembre porque sentía que no llegaba y tampoco sabía mucho de qué hablarles. Sin embargo me topé con una serendipia, inesperada como todas ellas pero más amorosa que la serpiente de Sensemayá. Como les conté al principio, el jueves fui con Laura y Gabriela al teatro. Fuimos a ver "Silencio" en Espacio Palermo. Sí, la obra donde actúa el hijo de nuestro director y que se presentó en el Espacio Amigo de Todo por la misma plata.
El sábado, cuando iba rumbo a La Teja a visitar a Elma, me puse a escuchar a Natalí Incaminato y Danila Suárez Tomé en Noticias de ayer, un recorrido conceptual por sucesos contemporáneos, en el canal Posdata de Youtube. Las conocí gracias a otra mujerona, Elena de Mercadito Eureka. Pues bien, en este último programa fue de invitade Manu Fanego. Nacido Manuel en 1981, este artista hace años escapa a los binarismos de género y explora la fluidez identitaria tanto en lo cotidiano como a la hora de interpretar personajes de ficción. Se mueve con comodidad en el mundo del under desde hace años y su rostro se volvió más conocido en el mainstream por hacer de Andrés Gallo, manager de Fito en la serie El amor después del amor. 
En un momento Danila le pregunta sobre la idea de artivismo asociado a la batalla cultural o a la guerra cognitiva. Según ella:
“Todos estos ataques al sentido nos dejan medio culo para arriba porque no logramos entender o comprender qué es lo que están haciendo, qué es lo que está pasando. Y yo creo que ahí el artivismo, digamos, el arte entendido como activismo es súper importante porque tiene la posibilidad de lo que llamamos en epistemología feminista generar estos choques epistémicos a través de los cambios de sensibilidades. [...] Y el teatro se muestra como una oportunidad de conmover la sensibilidad de quienes van, ya no tanto desde una perspectiva cognitiva sino afectiva. Lo que pasa en escena nos afecta y a través de esas sensaciones ella plantea que el público se lleva “algo más allá que una obra, sino que se lleva un pensamiento, un cambio de mirada, quizás.”
Manu responde que el término artivista le chocó en sus inicios porque lo asociaba con lo panfletario, con un artista que baja línea y es de izquierda y parece que tiene que enunciarlo en cada uno de sus espectáculos. Pero que luego logró amigarse con la palabra:
“Entonces entiendo que más allá de mi postura ideológica o más acá, no por una elección voluntaria, sino porque no me queda otra, porque no me sale hablar de otra cosa.”
En otra entrevista de setiembre declaraba:
“Así como la militancia es salir a la calle, también lo es poner obras que corran el umbral de sentido que quiere ser recortado” y en ese camino artivista, cree que el arte puede “nutrir las mentes con posibilidades asociativas que de otra manera estarían vedadas”.

Silencio
"Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio"
Mario Benedetti
Esta obra se configura como el proyecto de egreso de la generación 2022 del Instituto de Actuación de Montevideo (IAM). Para su realización el grupo de seis jóvenes actores tuvo que encargarse no solo de actuar sino de toda la producción de forma autogestiva. El texto dramático es de Jonathan Parada y la dirección es de Micaela Larroca. La acción transcurre en la cocina a la vista de un restaurante de alta gama. La cuarta pared convierte a los espectadores en potenciales comensales de los platos y tragos que salgan de esos fogones. Y también los/nos implica en una multiplicidad de acciones, movimientos, palabras y silencios que atrapan la atención dejándote al borde de la butaca hasta el final.
Según la directora, “el punto de ebullición no está en la comida sino en el vínculo entre estos personajes”. Cada uno de ellos carga con una historia personal, un pasado, un presente y un ansia de futuro distintos. El equipo que parece tan unido en un principio va dejando ver grietas y fisuras por donde se develan deseos, malestares y abusos. Los diálogos son fluidos y tan inquietantes como cuando callan y hay un par de monólogos que tienen la fuerza de una patada emocional al estómago. La danza de los cuerpos mientras cocinan, friegan y hasta bailan tiene cierto carácter hipnótico y está muy bien acompañada por la selección de música y sonido. El vínculo con episodios muy recientes de nuestra realidad rioplatense nos interpela y nos obliga a no ser indiferentes.
Y aquí aparece la serendipia que latía desde esa noche en el barrio Palermo hasta esa tarde en La Teja cuando escuché el programa. Considero que "Silencio" es una obra que provoca esos choques epistémicos que planteaba Danila y conmueve la sensibilidad de quienes la ven. La afectación es inevitable pero, tranquilidad, no nos sume en una pasión triste. Para Spinoza la tristeza siempre es un enredo con el mundo del que no sabemos salir porque no tenemos las ideas adecuadamente formadas sobre ella. La alegría, en cambio, puede ser consecuencia de nuestra agencia y de hacernos cargo de nuestra vida. 
Sin hacer spoiler de nada de la trama les invito a poner el cuerpo, a salir de casa e ir al teatro. Ir al teatro aunque nos interpele hasta el tuétano nos permite experimentar esa alegría de la que hablaba Spinoza. El encuentro con esos otros cuerpos que dan todo de sí en escena va a aumentar nuestra potencia de actuación y siempre siempre estará aumentando nuestras posibilidades de vida.

"Silencio" va los jueves y viernes de octubre y noviembre a las nueve de la noche en Espacio Palermo, en la calle Isla de Flores 1627. Las reservas de entradas se hacen al celular 092699646 y se puede pagar por transferencia o en efectivo, hay varias promos de precios. El elenco lo integran: Santiago Reyes, Francesca Porciúncula, Catalina Arrillaga, Matilde Heinzen, Andrés Inzaurralde y Martina Berriel.
La foto de portada de esta columna es de Jess Gérez.

¡Nos vemos en un mes!

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