Atentados del Uruguay democrático (Parte 1)

Que el atentado contra la fiscal Ferrero marcó un antes y un después en la historia política de este país, parece claro. Al menos para Álvaro Delgado.

En un país donde la sangre no suele llegar al río, que dos personas irrumpan en la casa de la Fiscal de Corte y accionen armas de fuego, parece terminar de atentar contra la idea de una sociedad en la que, más allá de algún episodio aislado, todavía es posible una convivencia medianamente armoniosa entre sus diferentes actores.

Las lógicas parecen haber cambiado. Ya no te mando matar porque pensás distinto que yo, no. Ahora lo hago porque perjudicás mis labores delictivas.

Pero lo dicho: no siempre fue así. Hubo un tiempo en que había atentados, sí. Pero con otras lógicas, con motivaciones diferentes. Incluso, con motivaciones misteriosas o lisa y llanamente desconocidas hasta nuestros días.

Es por eso que hoy la invitación es a repasar una lista de reyes de atentados ocurridos en este bendito país, una vez producido el retorno de la democracia. Historias conocidas y no tanto, que de tan cercanas en el tiempo parecen alejadas de la visión de democracia fuerte y vigorosa que tenemos de nosotros mismos.

Espero que tengan a bien acompañarme. ¿Verdad? Porque arrancamos de la siguiente manera.

1. Serie de atentados registrados entre 1991 y 1993

En la mayoría de los atentados que repasaremos hoy, tendremos un denominador común: la incertidumbre respecto a quién fue el o los autores materiales de las acciones.

En primer lugar no tenemos un atentado, sino una serie de atentados de, como diría Sebastián, similitudes características.

Nos situamos en el viernes 11 de enero de 1991.

Con el mundo convertido en un volcán político, a la espera del arranque de la tristemente célebre Guerra del Golfo, que en Uruguay se vivía con la incertidumbre propia del que se preocupa más por el árbol que por el bosque.

Tanto que miren por dónde pasaban las preocupaciones de los uruguayos en aquel entonces:

Este artículo publicado en la portada de El País de ese viernes 11 de enero de 1991 no nos deja mentir: si hay guerra, habrá plan de emergencia y habrá días para que circulen los autos con matrícula par y días para que lo hagan los de matrícula impar, de acuerdo a lo afirmado por el Ministro de Industria y Energía del momento, Augusto Montesdeoca. 

Mientras el diario de ese día daba cuenta de un triunfo mirasol sobre Bella Vista por 3 goles a 1, por la Liguilla, Nacional aprontaba la revancha por la final de la Supercopa a disputarse en Asunción ante el poderoso Olimpia. Paralelamente,  un supermercado regalaba Fiats Uno a diestra y siniestra, y la gente esperaba el resultado de la Revancha de Reyes, que por aquel entonces todavía se jugaba el viernes inmediatamente posterior al 6 de enero.

En ese marco, la sociedad uruguaya estaba a punto de ser sacudida por un hecho inesperado, reflejado en la edición de El País del día siguiente, sábado 12 de enero del 91.


Viendo la tapa de El País nos enteramos de que La Revancha salió en Salto. También vemos que Nacional sacó un honroso empate en el Defensores del Chaco, pero que de nada le sirvió. Y que Buenos Aires te espera con la luz encendida, mientras Saddam se niega a retirarse de Kuwait.

El destaque para la noticia de arriba a la izquierda: Gobierno repudió atentado a Cores. Están investigando.

La víctima del primer atentado que repasaremos hoy es este hombre:

Hugo Cores Pérez, dirigente sindical y político nacido el 7 de noviembre de 1937 en Argentina.

¿Qué pasó? Simple: a Cores, fundador del Partido por la Victoria del Pueblo, y que en ese momento era diputado, le pusieron una bomba a su vehículo. La bomba explotó, afortunadamente, sin Cores dentro del mismo.

El atentado se lo adjudicó un Comando Militar autodenominado "Comando Lavalleja".

Hay quienes dicen que, en realidad, el Comando Lavalleja nunca existió como tal. Pero lo cierto es que se adjudicó el atentado.

Este sería solo el primero de una lista de atentados similares que se perpetraron durante esos años. 

Avanzamos un año y fracción, hasta el 29 de abril de 1992. En la edición de El País de ese miércoles, vemos reflejada la lesión del isabelino Fabián O’Neill, retirado del campo por Walter Ferreira tras haberse roto los ligamentos en un partido ante Sao Paulo, al que lamentablemente fui.


Ese día, Defensor recibiría a Newell’s Old Boys en el Estadio Centenario:


En esta ocasión, la víctima fue el protagonista central de esta gran foto de El Observador:

El propio Julio María Sanguinetti. En cuyo estudio jurídico, esa jornada aciaga, explotó una bomba. Gracias a Dios y a la virgen que Julio María no andaba en la vuelta, porque de otro modo, no la hubiera contado.

El que sí la contó fue El País, que en su edición del día siguiente, daba cuenta de algo muy común en estos casos: el repudio de toda la clase política, más allá  de colores partidarios:


Ahí lo tienen: “unánime condena de todos los sectores ante atentado dinamitero contra el ex presidente”. Y una foto de Julio María departiendo con el senador Pablito Millor y con un histórico del que hablamos recientemente, como lo es el exdiputado Roberto Asiaín.

Sanguinetti atribuyó el atentado a minorías violentistas, pero en este caso el grupo militar que reclamó la autoría fue la Guardia de Artigas, cuyo objetivo era remover la clase política de este país.

¿Cuál fue el móvil en este caso? De acuerdo a lo afirmado por el periodista Alfonso Lessa en este libro:

Sanguinetti había reducido en 5.000 efectivos a las fuerzas armadas, y por eso se la tenían jurada. Además, el ejército estaba dividido, con diversas facciones que cuestionaban el liderazgo de Juan Rebollo, comandante en jefe de la época.

En el medio, se produce el famoso caso Berríos, que tuvo a tres militares uruguayos procesados. Entre los militares uruguayos procesados por el caso Berrios, se encontraba este hombre, que en la foto acompaña a Augusto Pinochet.

Sin tener pinta de milico ni nada.

¿Su nombre? Tomás Casella. Jefe de la compañía de contrainformación, dependiente del Servicio de Inteligencia, de donde habría surgido la bomba que destruyó el auto de Hugo Cores.

Un Cores que, como sugerimos, sería víctima de un nuevo atentado. Pero antes, el 1 de mayo de 1992, 3 días después del atentado a Sanguinetti, se registró otro: explota un puente ferroviario en Minas. El Comando Lavalleja se lo atribuye nuevamente, y El País apela nuevamente a lo de “atentado dinamitero” mientras en Los Ángeles, curiosamente, se registraban incidentes entre manifestantes afrodescendientes y policías:


Atentado dinamitero en un puente ferroviario. Lacalle: se aplicará máxima pena al terrorismo. Y abajo, 37 muertos, en su mayoría negros, en Los Ángeles. Nada de decir gregré para decir Gregorio.

Y llegamos entonces al 24 de setiembre de ese año 1992.

Ese día se produjo el segundo atentado sobre Hugo Cores. Aunque ya no con explosivos, tal como lo demuestra este fragmento de la portada de El País de ese día.

Fue con balazos. Ese día, mientras Diego Pérez y Marcelo Filipini buscaban la hazaña en Holanda, y se anunciaba un operativo especial por el clásico de la Supercopa, entre 8 y 9 proyectiles de acuerdo a las crónicas impactaron sobre la puerta de la casa de Hugo Cores.

Pero la cosa no terminaba ahí.

CONTINUARÁ

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