La prueba sobre la "piramidalidad" de tamaña afrenta |
La tarde del domingo
(¿Cuál? ¡Éste!), se siente mentirosamente otoñal, desparramándose perezosa
sobre Montevideo.
El Sol de
julio se cuela por las rendijas de las persianas, dibujando un patrón de rayas
de luz y sombra sobre el lienzo de mi escritorio, hermosamente uniforme.
Mis hijos,
luego del almuerzo, típicamente “aborrecentes”, discuten sobre a quién le toca
lavar los platos, mientras yo, sin poder peinar canas más que en mi barba, por
la alopecia asumida mediante rapado a cero, me encuentro sumido en una
preocupación de esas que te carcomen las tripas, el corazón, el alma.
No, no es la
inflación, ni el dólar, ni la Selección. Es algo mucho más profundo, más
existencial, algo que me revuelve el estómago: ¿en qué momento, CARAJO, los
sándwiches mixtos de jamón “Y” queso se convirtieron en sándwiches de jamón “O”
queso?
---
La
Tragedia del Sándwich Disyuntivo: Una Retrospectiva Urgente
Recuerdo mi
infancia, los años 80. Eran tiempos más simples, sí, pero también tiempos de
certezas culinarias. El sándwich mixto era un bastión, una promesa cumplida.
Jamón “Y” queso. Indisoluble. Una Unión Sagrada, como Gardel “Y” Le Pera,
Batlle “Y” Ordóñez, Compte “Y” Riqué, o Peñarol “Y” Nacional (aunque en esta última
unión siempre hay un "pero" implícito, ¿vio?). Uno mordía ese triángulo
de miga y sentía la plenitud, la armonía de dos sabores complementarios,
fundidos en una sinfonía de simpleza y goce. Era la base de la merienda, la
estrella de la fiesta de cumpleaños, el consuelo en la tarde de estudio. El
"Y" era una conjunción copulativa, un lazo que unía, que sumaba.
Significaba abundancia, completitud.
Pero… ¿Cuándo
empezó la decadencia? ¿Cuándo se coló la "O" disyuntiva en nuestras
vidas?
No fue de golpe, claro. Fue sutil, insidioso, como el avance de las canas, el crecimiento del perímetro abdominal o la pérdida de la memoria para los cumpleaños. Primero, tal vez, se redujo un poco el tamaño de las fetas. Después, el jamón se volvió más transparente, casi etéreo. El queso, antes compacto y con carácter, empezó a desmoronarse al menor intento de separación. “Y” de repente, un día, te encontrabas frente a una bandeja y el cartelito decía: "sándwiches de jamón" y, al lado, "sándwiches de queso". El "mixto" había desaparecido, o peor aún, se había convertido en una opción premium, casi exótica. El "O" había triunfado, imponiendo la elección, la escasez, la disyunción.
La
Pirámide de la Estafa Sandwichera: Un Modelo de Explotación Gastronómica
Y aquí es
donde mi “pretendidamente lúcida” mente entra en acción, pergeñando una teoría
que, admito, asusta. Imaginen una pirámide, pero no una de las de Egipto,
los Mayas o los Aztecas, sino una construida con sándwiches de miga
triangulares. Cada cara de esta pirámide es un sándwich. En la base, los
sándwiches abundan: son grandes, generosos, con jamón “Y” queso en perfecta
proporción. Representan la plenitud original, la abundancia que conocimos.
A medida que
ascendemos por los niveles de la pirámide, los sándwiches se van haciendo más
pequeños, más raquíticos. El jamón escasea, el queso adelgaza. Hasta que
llegamos a la cúspide, donde solo queda un único sándwich, miserable y
diminuto, que es, por supuesto, de jamón “O” queso. Es el sándwich de la
elección forzada, de la renuncia.
Esta es, ni
más ni menos, la estafa piramidal del sándwich. En la base, la promesa
de la satisfacción plena. Arriba, la cruda realidad de la limitación. ¿Quiénes
se benefician? Los de arriba, claro. Los que deciden que es más rentable vender
dos sándwiches incompletos que uno completo. Los que te convencen de que elegir
entre jamón o queso es una "opción", un "valor agregado",
cuando en realidad es una reducción, una mutilación de la experiencia original.
Te hacen creer que estás eligiendo, cuando en realidad estás aceptando menos.
Es el marketing de la escasez disfrazada de libertad.
Y no solo
pasa con los sándwiches, ¿eh? Piensen en cualquier aspecto de la vida moderna.
Antes, comprabas un auto y venía con rueda auxiliar, aire acondicionado y
radio. Ahora, las ruedas son "opcionales", el aire
"premium" y la radio "conectividad avanzada" que te cobran
aparte. Ni qué decir si alguna vez van a comprar un pasaje de avión: lo único
seguro, es el asiento, en cualquier momento, cobran extra por el cinturón de
seguridad. Nos han vendido la idea de la "personalización" y la
"libertad de elección" para cobrarnos por separado lo que antes venía
de fábrica. La estafa piramidal no es solo financiera, es existencial. Nos
están quitando el "Y" de nuestras vidas, reemplazándolo por el "O"
de la renuncia.
Lucidez
Pretenciosa y la Canción de SOEN: Un Análisis Filosófico
Y aquí, en la
cúspide de esta reflexión, se asoma la pretenciosa lucidez de mis pensamientos.
Sí, lo sé, es solo una divagación de un ingeniero cuarentón preocupado por
sándwiches. Pero ¿acaso las grandes verdades no se esconden en las
trivialidades? ¿No es en lo cotidiano donde se revelan las estructuras más
profundas de nuestra sociedad?
Esta
divagación me lleva a la canción, "Lucidity" de SOEN, formada por el
baterista uruguayo Martín López. Una banda sueca, de metal progresivo, que ya presenté
en este espacio, en la entrada “Sombra”.
La letra, en
su oscuridad y complejidad, invita a la Filosofía.
Desde el racionalismo,
podríamos ver la búsqueda de la "lucidez" como un intento de
comprender la realidad a través de la razón, de desentrañar las causas de esta
debacle sandwichera, de encontrar una lógica detrás de la aparente
irracionalidad de la "O" disyuntiva. Mi cerebro de ingeniero busca
patrones, busca explicaciones, una ecuación que justifique el desgarro
culinario. La letra de "Lucidity" habla de la necesidad de "ver
a través de la niebla", de "encontrar el camino". Para un
racionalista, ese camino se ilumina con la lógica, con la deducción. ¿Pero qué
pasa si la lógica no nos lleva a la plenitud, sino a la constatación de la
escasez?
Ahí entra el nihilismo.
Si la lucidez nos revela que no hay un propósito inherente en el universo, que
nuestras luchas por el jamón “Y” queso son, en última instancia,
insignificantes ante la vastedad de la existencia, ¿qué sentido tiene todo?
La letra de SOEN,
con sus tintes melancólicos y su cuestionamiento de la realidad, podría
interpretarse como una aceptación de la falta de sentido. Si la pirámide sandwichera
es una estafa, y la vida misma es un fraude cósmico, ¿por qué preocuparse por
la composición de un sándwich? El nihilista podría espetarme que es lo mismo, todo
se desvanece, el jamón y el queso son solo ilusiones efímeras. Pero incluso en
el nihilismo hay una paradoja: si reconociéramos un patrón carente de sentido,
eso sería, en sí mismo, una forma de sentido.
Por eso,
recurramos a Popper y el falsacionismo. Popper postula que una teoría
científica no se prueba por su verificación, sino por su capacidad de ser
falsada. Mi teoría de la estafa piramidal del sándwich es, por supuesto, una
gran parodia, una alegoría. Pero ¿podría ser falsada? Si de repente los
sándwiches mixtos vuelven a ser la norma, si el "Y" triunfa sobre el
"O", entonces mi teoría se derrumbaría. La canción
"Lucidity" habla de la "búsqueda de la verdad" y del
"despertar". Para un falsacionista, el despertar implica someter
nuestras ideas a la prueba de la realidad, a la posibilidad de que estén
equivocadas. Quizás mi "lucidez" no sea más que una ilusión, y la
verdadera lucidez radique en aceptar que, a veces, un sándwich es solo un
sándwich.
---
La tarde
sigue su curso. Mis gurises ya no discuten, ahora están pegados a la pantalla,
probablemente viendo algún video de un “Iutuber” explicando la historia de vaya
a saber qué meme. Yo, con esta entrada casi terminada, me doy cuenta de que la
preocupación por el sándwich mixto es, quizás, una forma de resistirse a la
disolución de ciertas certezas, a la erosión de un mundo que, si bien nunca fue
perfecto, al menos nos daba el "Y" cuando lo pedíamos.
¿Volveremos
algún día a los gloriosos sándwiches de jamón “Y” queso? ¿Acaso estamos
condenados a la tiranía de la "O" disyuntiva, eligiendo siempre entre
opciones incompletas? La verdad, ni la más pálida idea. Pero al menos, la
pretenciosa lucidez de este ingeniero, padre de adolescentes, me permitió
reflexionar sobre las "cosas importantes de la vida". “Y” eso,
supongo, ya es algo.
¿Será que la
verdadera lucidez está en dejar de buscar el "y" donde solo hay
"o", o en seguir luchando por recuperar esa conjunción copulativa en
cada aspecto de nuestra existencia?
Cerremos viendo el video en cuestión. Una vez más, SOEN con Ustét, ¡Oh, estimado lector!
Comentarios
Publicar un comentario
Antes de publicar, piense si su mensaje puede llegar a herir a alguien. Gracias.