Como recordará la inmensa audiencia que tuvo "Salada la Canchita" en radio, quien esto escribe lo anticipó cuando muchos no lo creían posible. -No sabés un carajo de cine -argumentó Jackie Rodríguez Stratta; -Tenés una zanahoria metida entre los lentes -agregó Facho Alvarez. Lo cierto es que una vez más tuvimos razón navegando contra la corriente: las películas de superhéroes pudrieron a todo el mundo.
Sin embargo, este año se estrenó la tercera de Deadpool, llamada "Deadpool & Wolverine" -una buena traducción del original "Deadpool & Wolverine"- y tuvo mucho éxito, recaudando bastante por arriba de los mil millones de verdes, algo que no sucedía en Marvel (Disney) desde 2021 con "Spiderman: No way home" (la de "Hello, Peter").
En su tradicional rival, D.C. (Warner Bros.), las cosas andan peor: el último éxito fue "The Batman" (con Robert Patisson haciendo del hombre murciélago cada vez más ronco y menos iluminado) y la última que superó la cifra antes mencionada fue la del "Joker" con Joaquim Phoenix (2019).
De fracaso en fracaso, ambos estudios que son los que se han dedicado a este singular subgénero oscilan entre la renovación de elencos, la utilización de otros personajes de comics aún no filmados o seguir con franquicias pasadas. El tema es que seguimos viendo más de lo mismo, con historias fantasiosas y medio estrafalarias, con peleas muy artificiales entre buenos sin muchos matices y malos no mucho mejores.
David Corenswet estrenando indumentaria, como la Celeste. |
La gente finalmente se cansó -no hay que olvidar que el grueso de la audiencia que pueden tener estas películas son adolescentes o guachos muy jóvenes, espectadores que se pueden aburrir muy fácilmente- y ya le cuesta bastante pagar una entrada para ver a personajes que vuelan con capas, mutantes y otros hombres y mujeres que siempre tienen los mismos problemas que resolver y los resuelven más o menos de la misma forma.
Cabe preguntarse si el éxito medio sorprendente de "D. & W." obedece a su planteo en joda, como una parodia del mismo subgénero -siguiendo el tono original del comic- con buenos chistes, incluyendo alguno a la propia Disney. ¿Podría ser éste el futuro con buena rentabilidad del género? No lo sé, pero es probable que la propuesta demasiado ceremoniosa de ambos estudios (más aún de D.C.), entusiasme solamente a algunos fanáticos que creen que el comienzo de una nueva fase del MCU es de las cosas más importantes que le pasan a la humanidad. Pero no a la mayoría del público.
Lo cierto es que se siguen produciendo films de superhéroes, aunque con prudencia. Para el año que viene Marvel anuncia una con el Capitán América negro (Anthony McKie, anteriormente "Falcon") y otra de la historieta llamada "Thunderbolts". Por el lado de D.C., la siguiente apuesta es un reboot de "Superman" con un poco conocido David Corenswet, quien se pudo ver hace poco en la segunda de "Twister" y parece que una con Supergirl. Andá a saber.
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SEAN LOS ORIENTALES TAN ENFERMOS COMO ESTÚPIDOS (XIX)
La humanidad va avanzando tecnológicamente y cosas que antes parecían lo más normal del mundo, hoy nos resultan absolutamente inaceptables. Por ejemplo, en mi infancia, para pagar la UTE tenías que esperar el único día al mes que venía el cobrador en el barrio y -no recuerdo en qué tipo de locales- hacer terrible cola para pagar. Hoy pagás cuando querés en un super o en un local RedPagos o Abitab y ni siquiera tenés que llevar la guita encima. También en aquellos tiempos, si querías hacer una llamada telefónica a Pando (pongamos por ejemplo) primero hablabas con una operadora que te decía cuántas horas iban a demorar en comunicarte con ese número de esa localidad (a 35 kms de Montevideo, siguiendo el ejemplo) y cuando por fin te pasaban la llamada -que siempre demoraba más de lo que te habían dicho- capaz que el otro teléfono estaba ocupado o te cortaba apenas atendía porque no escuchaba nada.
En los 80 los números para atenderse en policlínica se daban con papeles. Primero tenías que ir a la caja a pagar la orden y el/la cajero/a te daba un papel en blanco tickeado. Venías a la ventanilla correspondiente y te engranpaban un pedacito de papel troquelado de la planilla de los números del médico en cuestión. Como suele pasar, todo muy lindo hasta que lo llevamos a la práctica. O, probablemente, desde el momento entre los 70 y los 80 en que la Española dejó de ser una mutualista chiquita.
Como eran papeles, las planillas de cada médico únicamente las podía tener una sola ventanilla en una sola de las policlínicas. Así que si querías sacar para el Dr. Andrés Reyes, ginecólogo, no tenías otra posibilidad que ir a la ventanilla 3 del Despacho Central. El problema era si el citado galeno tenía mucho arraigo entre la fanaticada y el número finito de números (valga la redundancia) era mucho menor que la demanda. Concretamente, se abrían las ventanillas para sacar número a las 6:45 AM y todos los días habían 3 o 4 médicos, por lo menos, que se agotaban en un par de minutos. La gente no se solía tomar de la mejor manera que avisáramos en voz alta que ya no quedaban números para el Dr. Reyes.
Las colas eran enormes al momento de comenzar a dar los números -los despachos eran las únicas secciones administrativas donde los funcionarios preferían trabajar de tarde- y todas las mañanas se armaba quilombo por alguno que entendió mal, se morfó toda la cola en la ventanilla 2 y el médico que quería era en la 1. También estaban las viejas, que cuando le pedías el recibo sacaban todas las porquerías que tenían en la cartera y los demás lo puteaban a uno porque demoraba. Por no hablar de todos los tipos que se metían por el costado de la cola para preguntarte -generalmente a los gritos, faltaba más- en qué ventanilla se daba para el Dr. Waldemar Correa, qué horarios tenía y varios datos más mientras vos estabas atendiendo (oyendo y hablando) al que hizo la cola.
Como vivimos en Uruguay -el país más garronero del mundo. Aprovecho esta ocasión que me doy a mí mismo para agregar algo que me olvidé de escribir en la ya lejana columna sobre el Festival de Cannes. En tierras francesas no dudan en afirmar que los yoruguas son por lejos los mejores coladores de la historia de la humanidad, llegando a meterse en acontecimientos donde no entraban ni Macron ni el hombre invisible- como vivimos en Uruguay, decía antes que me interrumpieran, la gente inventaba todo tipo de triquiñuelas para salvar el desafío de no hacer cola ni perderse el número deseado.
Por ejemplo, muchos venían la tarde anterior -cuando no había nadie en las cajas- y compraban la orden a consultorio para no hacer la cola correspondiente al otro día en la mañana. Así que trajeron unas cajas nuevas que tiqueaban día y hora en la orden. Unos cuantos fingían rengueras y malformaciones varias para que les tuvieran lástima y los dejaran pasar.
Las colas se formaban desde antes de arrancar a dar números. Se decía siempre que caía gente desde las 2 o 3 de la madrugada con termo y mate, incluso con frazadas si el tiempo ameritaba. Más de una vez vino algún tipo haciéndose el boludo, como admirando la pintura del techo para deslizarse como un campeón cuando se dirigía la cola a las cajas. Hubo -claro que sí- varias escenas de pugilato y a mí y a un compañero más veterano nos hicieron una nota por "transmitir" una de esas peleas al mejor estilo Anelio Morgan (yo era el comentarista y locutor de publicidad). Era otra Española, claro, y el Jefe de Departamento sólo se rió con la nota y la tiró a la mierda.
No teníamos media hora de descanso (la conseguimos tiempo después con el sindicato) y, literalmente, estábamos todos los días dando números sin parar por lo menos cinco horas, entre puteríos y quilombos con la gente. Como todo hay que decirlo, había una compañera bastante veterana y flaca que nos deleitaba con sus infaltables pedos sordos (nunca le salieron con ruido a la hija de puta) y a veces los socios nos miraban raro por razones que no tenían nada que ver con la falta de números para consultorio. También hay que decir que alguna vez hubo quien quiso aprovechar las credenciales de esta compañera pedorra y se mandó alguno de su propia cosecha, siendo que inevitablemente denunciábamos que estos eran burdas imitaciones de los pedos sordos de la peyona titular, olor que demasiado bien conocíamos para confundirnos.
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