Una broma

Si usted no es cinéfilo, quizá haya pasado desapercibido el sacudón histórico de un fracaso titánico: una decepción insuperable para fanáticos tan confundidos como indignados. Se acaba de estrenar la secuela de la aclamada Joker, la película que le mereció al polémico Joaquin Phoenix el Óscar a mejor actor el año de su estreno. Pieza de orfebrería en principio única, puso en marcha el mecanismo industrial de repetir la fórmula ganadora para generar más rentabilidad, lo que, aplicado a la cultura, genera siempre, cuando menos, decepción.

Si existe un autor que ha experimentado en carne propia este embate de los brainstormings de creativos y los análisis de microgestos para cortar minutos de aburrimiento y replicar momentos de euforia hasta el hartazgo, ese es Alan Moore.

La lista de novelas gráficas nacidas de su pluma y llevadas a la gran pantalla es admirable: desde 300 y V de Vendetta hasta Watchmen y La Liga de los Hombres Extraordinarios, por nombrar solo algunas. 

El excéntrico genio del cómic británico comenzó su carrera a finales de los años setenta, abriéndose paso en la escena underground de las revistas 2000 AD  y Warrior. Con una mezcla de subversión política y un enfoque nihilista de sus personajes, Moore dejó pronto su marca con historias que lo catapultaron al estatus de autor de culto.

El alquimista cultural Alan Moore



Lector voraz desde los seis años, escritor, mago y cantante, Moore, de clase media, destacó en su desempeño académico, lo que le permitió acceder a un bachillerato exclusivo. Sin embargo, su desencanto con el sistema fomentó su espíritu rebelde y acabó siendo expulsado por vender LSD a sus compañeros. Sin remedio en su país, cruzó el Atlántico para trabajar con DC Comics en los años ochenta.

Moore no solo reescribió las reglas del juego con su versión renovada de Swamp Thing, sino que cambió el panorama del cómic para siempre con Watchmen, una obra maestra que retorció el concepto de superhéroes y lo convirtió en algo profundamente humano, oscuro y filosófico.

En esa línea, uno de sus mayores logros es La broma asesina, una polémica historia sobre el Joker y su retorcida mente. En ella, el conocido como payaso del crimen perpetra un acto brutal de violencia contra Barbara Gordon, alias Batgirl, dejándola parapléjica de un disparo y abusando de ella con el objetivo de desequilibrar a su archienemigo Batman.

Así, mientras Umberto Eco dedicaba al mito de Superman un análisis sobre su impacto en la cultura occidental, Moore redefinió ese mito creando un nuevo Batman que refleja los rasgos de la masculinidad de nuestros tiempos: una violencia contenida, la búsqueda de una fortaleza sobrehumana con las limitaciones de un ego herido, la dualidad de un hombre rico y frívolo dominado por otro violento y vengativo, dañado y resentido con una sociedad que le arrebató su infancia por la misma violencia que ahora lo consume y lo obliga a convertirse en alguien que no es.

En Italia, otro icono, Adriano Celentano, también desafiaba el statu quo. Apodado el “Molleggiato” de Milán, nació el 6 de enero de 1938. Su presencia carismática y su voz forjada a base de grappa en los bares de su ciudad se convirtieron en parte de la banda sonora de la contracultura italiana de los años sesenta y setenta. Inspirado por Elvis Presley y Chuck Berry, Celentano fue pionero en fusionar el rock and roll con la música italiana, creando éxitos como 24.000 baci y Azzurro, que hicieron cantar y moverse a toda Italia.

Su impacto no se limitó a la música. En la pantalla, Celentano demostró ser un actor y director capaz de mezclar humor con crítica social, algo poco común en el cine italiano de la época. Películas como Serafino e Il bisbetico domato lo consagraron como una figura multifacética. Al igual que Moore, su obra está teñida de su posición política y de su visión de la vida.

Harto de la influencia estadounidense en la cultura italiana, su carácter irreverente lo llevó a crear la canción Prisencolinensinainciusol. No, estimado lector, no me he vuelto a equivocar al omitir la obligada corrección ortográfica que exige mi oficio. Ese es el título de una canción pegadiza en clave de funk y coros femeninos sugerentes, que, además, está hecha en una suerte de idioma inventado que asemeja al inglés, pero que es una verborrea sin sentido.

El gran Adriano Celentano


Celentano quería demostrar que, sonando como la “tendencia” del momento, podía crear un éxito de la nada, y lo logró. Este ejemplo, aunque no se enseña en las facultades de política, es sin duda una inspiración para estrategas de imagen y creadores de discursos.

Siempre provocador, Celentano utilizaba su plataforma para hablar de temas sociales, convirtiéndose en una especie de conciencia pop para su generación. Pero detrás de todo eso, lo que más resalta es su capacidad de conectar con la gente común, de ser un reflejo de sus alegrías y frustraciones, mientras nunca dejaba de lado su amor por el rock.

Si se pudiera reencarnar retroactivamente, me pido ese cuerpo y esa mente para mi.

Déjeme traducirle el significado del palabro Prisencolinensinainciusol. Según declara el propio Adriano Celentano en un sketch televisivo donde interpreta a un profesor que, pasando lista a un aula de mujeres jóvenes, se detiene ante la inasistencia de Barbara Streisand. Ante el silencio, otra alumna toma la palabra y le interroga al profesor acerca del hecho de haber escrito una canción con palabras que no significan nada.

-¿Quién ha escrito eso? —pregunta el profesor. -Usted! leplica ue rna alumna.

-Ah, cierto —responde, generando las risas del público.

-Mire, muchacha, entiendo que hoy en día en el mundo no entendemos mucho. Propio y difícil, ya no existe el diálogo. Y eso que veo me preocupa. Y por eso decidí hacer un tema acerca de la incomunicabilidad. No nos comunicamos, estamos incomunicados. Dejando como referencia una sola palabra, que significa “Amor Universal”. Así que, si se debe hacer un gesto de amor hacia alguien, estoy solo yo… ¡y eso es suficiente! Así que Prisencolinensinainciusol, ¡y eso es todo!

Todd Phillips aparece en 2024 con una secuela de Joker. Tentado o más bien coartado por la industria, que lo impulsa a generar una secuela de una historia mínima, Phillips crea un filme musical, abstracto y profundamente triste, anodino por momentos y tan crudo que incomoda. La película ha suscitado todo tipo de reacciones: algunos ven en ella una declaración política contra el mensaje de la primera; otros, una broma a la industria, y otros, simplemente, un agotamiento de ingenio.

Portada de la íconica novela grafñica The killing joke


Más allá del resultado económico del filme, de sus críticas y de la polémica, la realidad es que la personalidad del autor puede generar debate, pero descartar la obra por no ajustarse a las expectativas de un modelo que debe replicarse es, hoy en día, una protesta, un acto de valentía. 

Como dijo el propio Moore: “El arte no debe ser un espejo que refleje la realidad, sino un martillo con el que dar forma al futuro”.

Si me preguntaran hoy por una película para este momento, diría sin dudarlo, antes que 300: Joker: Folie à deux.







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