Nuestro lugar en el mundo

¿Conoce usted su lugar en el mundo, aquel donde pertenece y en el cual se siente mejor que en ningún otro?

La necesidad de inmediatez y la aversión al error —ese fallo, lapsus, titubeo o incluso la irritación— han llevado a que el audio reemplace la llamada tradicional, todo en nombre de la autoedición. La ansiedad por estar "en directo" ya no es exclusiva de quienes actúan en vivo, obligados a ser exactos y elocuentes al mismo tiempo. Hoy, todos sentimos la presión de la performance continua. En este escenario, el audio se presenta como una salida: permite editar, borrar y corregir, funciones que WhatsApp ha incorporado y que desaparecieron del teléfono de Maduro.

Nos hemos vuelto prisioneros de nuestra percepción sobre la opinión del otro, incluso en los rincones más íntimos de nuestras vidas. Tanto así que deberíamos considerar un nuevo axioma filosófico, comparable a la famosa declaración de Nietzsche: "Dios ha muerto". Hoy podríamos decir: “La intimidad ha muerto”. Pero no la intimidad del hogar, sino aquella que existía en las comunicaciones con colegas, amigos o parejas. Ha desaparecido ese refugio interno, esa esfera personal que, alguna vez, entendimos como lo verdaderamente íntimo.

Castaneda nos invita a sentir y experimentar nuestro lugar en el mundo, un espacio que es tanto personal como compartido. No estamos en el mundo, sino en nuestro mundo.

En 1960, un joven antropólogo llamado Carlos Castaneda, con la curiosidad a flor de piel, emprendió un viaje que cambiaría su vida para siempre. Con la excusa académica de estudiar las plantas medicinales de los chamanes del desierto de Sonora, Castaneda encontró a don Juan Matus, un brujo yaqui que le abriría las puertas a una realidad más vasta de lo que cualquier libro le hubiera enseñado. Su misión era estudiar el uso de las plantas medicinales por parte de las culturas mesoamericanas, en particular la mexicana. Aquello cambió completamente, haciendo que Castaneda abandonara cada vez más la academia para acercarse cada vez más a la herencia del fortuito conocido chamán don Juan.

Para don Juan, la vida misma era un viaje constante hacia ese lugar, un espacio intangible que sólo se alcanzaba cuando uno era capaz de deshacerse del ego y de los miedos. Castaneda, a lo largo de sus experiencias, entendió que su "lugar en el mundo" no era un espacio físico, sino un estado mental en el que el guerrero —como don Juan le llamaba— lograba vivir en equilibrio con las fuerzas invisibles que rigen el universo. Así, la búsqueda de Castaneda no fue hacia un sitio específico, sino hacia una verdad más profunda: encontrar el lugar donde la percepción ya no estaba limitada por las cadenas de lo cotidiano.

El enigmático Carlos Castaneda

Los caminos que nos conducen a nuestro propio ser son tan intrincados como disímiles, y muchas veces, en busca de un guía, podemos terminar convirtiéndonos en uno.

Javier Ibarra nació en 1980 en Zaragoza. Comenzó con solo 13 años sus primeras rimas, y su entrada en el colectivo Violadores del Verso fue el primer paso hacia la consagración. En los años noventa, mientras otros intentaban copiar el estilo de Estados Unidos, Kase O demostraba que el rap en español podía tener su propia alma. Fue esa autenticidad y su habilidad para equilibrar lo callejero con lo espiritual lo que lo convirtió en una de las voces más respetadas del rap ibérico. Se ha negado siempre a firmar por una multinacional, y no por falta de ofertas.

Su estilo propio viene gestándose desde los 90, siempre fiel, yendo a contracorriente de la cultura mainstream que por aquel entonces estaba marcada por las boybands o los greñudos del grunge. De haber sido un animal, seguro sería un tozudo salmón que salta esforzada y salvajemente en contra de la corriente en algún río.

En la cúspide de su proyecto compartido, sintió que esa chispa indómita se apagaba y decidió buscar en otros lugares aire fresco. Terminó en Colombia, sumido en una profunda crisis creativa y existencial. Buscaba allí estar aislado y en la naturaleza, apostando que así estaría mejor, con el éxito  y  el miedo a cuestas. Qué paradoja implica la lucha por alcanzar lo que queremos ser y la llegada a ese lugar solo para darnos cuenta de que seguimos siendo nosotros, habitando un espacio nuevo que nos ilusiona y, a la par, nos aterra.


El Chamán urbano Kase O

Acerca de las redes y su relación con el éxito, dice en una entrevista:

"¿Qué van a decir de esto? Ese cabrón está ahí, y a veces puede ser muy cabrón. Pero al final le vences de alguna manera. ¿Qué posibilidades ha tenido un artista a lo largo de su historia de poder ver la reacción de su público instantáneamente? Ni Da Vinci ni Julio Iglesias ni nadie. ¡Claro, no esperes que te alaben! Si vas ahí, puedes salir trasquilao si crees que a todo el mundo le va a gustar tu movida. ¡Siempre vas en busca del halago, por supuesto!"

Jung dijo una vez que la mente creativa juega con los objetos que ama. Tanto don Juan como Kase O juegan con la palabra como terapia para las dolencias derivadas de existir, demostrando amor tanto por la vida así como por la forma en que la contamos, luchando contra lo establecido como auténticos guerreros. Kase O se cuestiona y se atreve a decir que debes reírte de ti mismo, que tienes que tener un espíritu y que puedes llamarle, si quieres, "chamán de barrio". Para mí, es mucho más que eso.


Aquello que vuelcas en el mundo es lo que recibes, y tu forma de estar en el mundo determina la calidad de tu entorno, y el centro de esa calidad es el amor.



De esa lucha, dialogaron Castaneda y don Juan lo siguiente:

Le pregunté si podía usar brujería o adivinación para ver el desenlace de la batalla. Dijo terminantemente que los resultados de la contienda no podían anticiparse por ningún medio, porque volverse hombre de conocimiento era cosa temporal.

 Cuando le pedí que explicara este punto, replicó:

-Ser hombre de conocimiento no tiene permanencia. Uno no es nunca en realidad un hombre de conocimiento. Más bien, uno se hace hombre de conocimiento por un instante muy corto, después de vencer a los espíritus naturales.

-Debe usted decirme, don Juan, cuáles son esos enemigos.

No respondió.

Yo tampoco lo haré, ya están demasiado presentes en el día a día. Pero le dejo un antídoto, una forma de enfrentarlos, guiado por la rima afilada de don Javier Ibarra. Evoco a una de esas mujeres que parece que solo existen en la imaginación, con el pelo volando libre mientras el viento juega con su esencia. El sol la acaricia, iluminando su rostro, mientras recita esos versos que parecen surgir desde lo más profundo, donde el alma respira. Usted elija a quien quiera, esa figura que le inspire, porque al final, ese será su lugar.


Mas si quieres ser feliz como me dices, no analices,

No hasta que tu alma cicatrice, o andarás convaleciente.

Paciente, depresión en Occidente, progreso decadente,

No puedo sonreír decentemente

Con el hambre y el dolor de tanta gente en mente.

Noticia: sube la envidia y la avaricia,

Bajan el amor, la verdad y la justicia.

¿Cómo escuchar a tu padre decir que le duele el alma?

Me subo a la palma, me como el coco, y bajo con la calma.

La farmacia está en casa,

Tú una tirita, yo una gasa.

El tren que se llevaba a tu angustia se retrasa,

Pero llegará y se la llevará a otro cuerpo, eso siempre pasa.

Por lo de la balanza (unos bien y otros mal),

Es un ciclo, un periplo que el entendimiento no alcanza.

Es la vida, simplemente ámala,

Llámala, detente a mirarla, va en serio,

¿Verdad que no nos gusta el cementerio? ni verlo.

Si veo un caramelo, cogerlo y comerlo,

Pues somos el tiempo que nos queda.

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