Comentar una película no es una ciencia exacta, señoras y señores. Y menos la gente que lo hace poniéndole estrellitas, asteriscos o números. Pura sarasa. Un buen momento de regocijo con humor involuntario es leer los comentarios de los internautas en www.cartelera.com.uy, donde muchos tipos que capaz que dicen "almúndigas" o "muñates" cuando van a morfar, se hacen los cosos escribiendo sobre películas con una solemnidad y una pedantería que ni que estuvieran redactando la Constitución. Y hasta sentencian: "no la recomiendo". Andá a cagar.
En el fondo, ¿a quién le importa si la última película de Lanthimos ("Tipos de gentileza") me gustó o no a mí? Nadie busca -entre los poquísimos que pueden y quieren leer una crítica de cine- saber si a mí me gusta o no el cine del mencionado director griego, de Scorsese, de Almodóvar o de Juan Pelota. Si algo necesito es información sobre la película en cuestión y, quizás, sólo quizás, sobre el director, rodaje, financiamiento, éxito en taquilla o actores, en el poco frecuente caso de que tengan algo que ver con la obra por la que voy a pagar entrada. Me importa tres pepinos si la última de Marvel les dio grandes pérdidas, yo no soy accionista. Quiero que me expliques qué voy a ver . Y si no me lo espoileás, mejor.
No sólo los comentaristas pretenciosos de la página mencionada, también los críticos de verdad sobrevaloran su importancia. Sobran los ejemplos de películas que son una porquería y la gente va a verlas igual, por la sencilla razón de que, salvo casos muy puntuales y efímeros, el arte que es exigente, diverso, estimulante, original, creativo y que solicita un público atento y desprejuiciado, siempre es seguido por minorías mientras que el que es conservador, de fórmula, rutinario y pobre en su propuesta es consumido por mayorías que se complican tanto o menos en elegir un libro o un disco como un sachet de mayonesa.
Todo esto porque el otro día, como buen tipo que intenta estar al día con todo el cine que vale la pena, conseguí ver un film francés que se me había escapado durante 30 años. Se trata de "Las noches salvajes"(1992), dirigido por Cyrill Collard, gran éxito en su momento en su país de origen y, bueno, una película que tenía que conocer.
Es una historia de amor fou, género (o subgénero) que los franceses dominan mejor que nadie. Jean, encarnado por el propio director, es un fotógrafo enfermo de VIH bastante promiscuo (de ahí el nombre del film, aunque hoy no escandaliza ni a mi vieja) y bisexual -como varios de este blog- que al principio del relato conoce primero a Samy, un jugador de rugby y luego a Laura -Romane Bohringer-, una jovencita aspirante a actriz y comienza sendos romances.
"Las noches salvajes" gira en torno a Jean, sus dos relaciones permanentes y relativamente serias y su frivolidad general, especialmente cuando va a una especie de Parque de los Aliados a tener sexo con cualquier tipo que pinte (como varios acá del blog, también). Digamos que no tiene claro qué quiere hacer con su vida (aparte de hacer aquello) y que los dos integrantes de su ganado no se llevan nada bien entre ellos.
Hasta aquí todo bien. Puede ser una película interesante, o no. Depende de muchas cosas -al igual que el juicio de los críticos de cine, por más prestigiosos y todopoderosos que se crean- como el interés que cada uno pueda tener sobre el tema, las creencias (por ejemplo, todavía hay gente que se escandaliza porque dos hombres tengan sexo), el estado de ánimo y muchos factores más.
Era lindo guacho el Cyrill |
Pero hay un detalle anecdótico y por encima del film, que hasta ahora no toqué y que determina muchas otras cosas. Y es que el propio Collard -autor de la novela original en que se basa su propia película- también estaba enfermo de Sida y falleció muy pocos días antes que "Las noches..." ganara el César como mejor película francesa del año. Se sabía enfermo y cercano a la muerte cuando dirigió éste, su único film. Que sabía que iba a ser el único.
Entonces cabe la pregunta de hasta dónde esta película es autobiográfica. Se sabe que Collard nunca negó su condición de portador de VIH, pero no necesariamente personaje y autor tienen que ser idénticos. Podemos suponer que con la novela y su posterior adaptación realizó una especie de confesión y autocrítica. Yo que sé.
Lo cierto es que el hecho de rodarla sabiendo que no va a poder realizar otra, le agrega un extraño tono a la película que en realidad, ésta no tiene. Collard se limita a su historia sin remarcar demasiado a la muerte que lo rondaba y no intenta dar grandes discursos para tirarnos por la cabeza con su visión del mundo. Tiene, sí, un carácter un poco bastante egocéntrico, pero termina perdonado al saber de su caso. Yo creo que si alguien viera el film sin saber nada de la muerte del director y la vuelve a ver luego de enterarse, le cambiaría mucho su perspectiva.
LA PROPAGANDA PEYONA DEL MES
Vuelve otra sección que nunca nadie pidió. Aquí vamos a desenmascarar a esa publicidad que es una cagada, que no se entiende o que tiene valores lamentables. En este caso es un spot de la SUV CHEVROLET CAPTIVA, que muestra a un par de mellizos (o gemelos, que no es lo mismo) pensando no sé por qué carajo en qué hubiera pasado si se hubieran casado (¿los dos?) con las mellizas (¿?$%&/"@#~€|) o con una veterinaria. No entiendo por qué siendo gemelos (o mellizos) se tienen que casar con mujeres con la misma profesión o familiares entre sí. O con la misma mina, ya que estamos. Yo no tengo mellizos (por suerte para la humanidad) pero por las dudas, sigo viajando en el 183.
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SEAN LOS ORIENTALES TAN ENFERMOS COMO ESTÚPIDOS (X)
Antes de pasar a hablar directamente de Oscar Magurno, permítanme que cuente una anécdota personal ilustrando lo que dije en la columna anterior de que son peores los magurnistas que el propio susodicho.
En una época de la mutualista en la que habrían en total 10 computadoras (la mayoría apenas eran terminales, pero dejemos los detalles técnicos) y en unos tiempos generales sin Internet o Iphones y donde aún a los que sabíamos de informática nos miraban como si fuéramos astronautas con varios planetas visitados, y que todos los trámites se hacían con papel y lápiz, había una tarea que era la de ingresar todos los datos de consultas, emergencias, radiologías y varias más (excepto las recetas recibidas por Farmacia) en una computadora para procesar esa información.
Varias tareas juzgadas importantes -como esa- tenían una compensación adicional de un 25 % del sueldo y por lo tanto, estaban vedadas para los sindicalistas. En algún momento en que por distintas razones quedó bastante poco cubierta la citada tarea, el Jefe de Departamento correspondiente -español, él- rastreó entre todos los amigotes de la casa a ver quién quería agarrar la posta, pero todos dijeron nones. Nadie quería laburar en algo que tenían que tener responsabilidad, aunque pagaran más. Finalmente, el tipo acorraló a mi hermano pero éste no quería porque ya tenía esa compensación por otra tarea y no quería aprender una nueva por la misma plata (gran blog). Entonces, más por conveniencia que por ayudarme, convenció al gallego que me pusiera a mí, aunque fuera sindicalista porque tenía "estudios" de eso. Los tengo.
Lo cierto es que al año, y por razones que no tienen nada que ver con lo que estoy contando, apartan al europeo de esa jefatura y ponen a una mujer que tenía muchos años en la institución pero que era una simple Sub Jefa sin pretensiones y que su primera medida como Jefa de Departamento, fue decirle a un par de amigas/compañeras de allí de toda la vida, que ahora no podía codearse con la misma gente que antes.
La segunda medida fue sacarme a mí de la tarea mejor remunerada porque Magurno se lo había ordenado porque no quería "a un comunista en ese lugar manejando tanta información". Yo sabía que era una total mentira porque: 1) no tenía sentido porque si el tipo no me quería, me hubiera sacado de una (tímido e introvertido no era) sin necesidad de esperar al cambio de jefatura y 2) lo había corroborado con altas fuentes dignas de mi total confianza. Le dije que era una mentirosa y me negué a pedirle disculpas, como me exigió.
Tuve la suerte de que en mi lugar pusieran a un tipo que no estaba bien del marote, poco sociable y que estuvo unos cuantos meses haciendo cagada tras cagada hasta que el propio Magurno le ordenó -ahora sí- que sacara a ese tipo y pusiera de vuelta al que estaba antes. O sea, yo. De nada valió argumentar que yo era sindicalista y "comunista" y/o "tupamaro". El que te jedi fue inflexible. Y la tipa tuvo que venir a pedirme que volviera a esa tarea. Yo, como soy bastante tarado, iba a hacerme el orgulloso y le iba a decir que no quería, pero una compañera me dio un buen codazo en las costillas que me hizo recapacitar. Si le decía que no, ganaba ella, claro. Así que agarrándome disimuladamente el costado, escuché el pedido de la jefa, a la que le dolía toda el alma (a mí sólo el costillar) y que se quedó esperando que le dijera algo, pero sólo me sonreí. Cosa que le debe de haber dolido más.
Tres conclusiones de este pequeño relato, alguna con forma de moraleja:
- ¿Para qué mierda complicarse la vida, inventando órdenes del tipo, para joderme a mí, a quien no conocía más que de nombre y creyendo estúpidamente que Magurno iba a apreciar esa decisión? Me imagino que algún/a alcahuete le dio la idea y le llenó la cabeza. Mucha gente estaba envidiosa que yo ganara ese 25 %, incluyendo a varios de los que habían tenido la oportunidad antes que yo y la habían rechazado.
- Ninguno de los dos jefes (el gallego y su sucesora) se puso a pensar jamás durante 30 segundos que ambos tenían a un montón de arrastrados que todos los días le decían que estaban ahí para ayudarlos y para cualquier cosa que precisaran, pero ninguno agarró viaje cuando esos jefes necesitaban cubrir una tarea, aunque pagaran más por ello.
- No soy comunista ni tupamaro y nunca he sido ninguna de las dos cosas. Y qué, si lo fuera.
Excelente, todas grandes verdades, también viví la época en que en la empresa había sólo una computadora y la tocaba sólo "el que sabe". Los expertos en películas tema tatú si los hay... Buen material amigo!
ResponderBorrarGracias, Michael. Supongo que "tatú" es como le dicen a "tabú" en Panamá.
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