En la película Alien, el androide Ash tiene un monólogo fascinante sobre los humanos, que bien podría interpretarse como una especie de apología de la suerte de nuestras creaciones. Refleja nuestros intentos y fracasos en la tarea prometeica inherente al espíritu humano: crear algo superior, emulando a un Dios del que dudamos o, en el peor de los casos, desafiamos constantemente. Nos guiamos por reglas que consideramos divinas—ya sea el orden natural o los Diez Mandamientos—pero matamos al prójimo, buscamos incesantemente el placer hedonista, despreciamos la humildad y nos volvemos cada día más vanidosos. Sin embargo, aún nos queda un residuo de espíritu para, al pensar en una conciencia artificial creada por nosotros y revelada ante el capricho de una humanidad imperfecta, expresar, a través del androide, una incómoda verdad:
“Siguen sin comprender a qué se enfrentan, ¿verdad?
Un organismo perfecto.
Su perfección estructural está a la altura de su hostilidad.
Admiro su pureza.
Es un sobreviviente inalterado por la conciencia, el remordimiento o delirios de moralidad.
No puedo mentirles acerca de sus posibilidades de sobrevivir, pero tienen mi simpatía.”
Dan O'Bannon, el guionista de esta obra maestra, comenzó su carrera estudiando cine en los alrededores de Los Ángeles, donde coincidió con el aspirante a director John Carpenter. Pronto comenzaron a colaborar, y juntos realizaron un corto de ciencia ficción, un género que les fascinaba. Ese cortometraje se transformó en una pequeña película en la que O'Bannon supervisó los efectos especiales, aprendiendo el oficio de manera artesanal, además de participar en el guion y la actuación. Este aprendizaje lo llevó a involucrarse en otra película menor, Star Wars. El inesperado éxito de esta cinta cambió las posibilidades para este reducido grupo de entusiastas de la ciencia ficción.
O'Bannon en el set de Alien |
Más tarde, O'Bannon sería convocado por el psicoanalista y artista Alejandro Jodorowsky, quien había dirigido películas experimentales que le dieron cierta fama en los círculos cultos, tanto que se le ofreció dirigir una gran producción basada en la novela de Frank Herbert, la hoy conocidísima Dune. El fabuloso delirio de aquel fallido desarrollo se recoge en el documental Jodorowsky's Dune, donde, por ejemplo, podemos conocer detalles como que Salvador Dalí sería el emperador de aquella galaxia y Orson Wells el malvado barón Harkonnen. O'Bannon se asoció con Carpenter para coescribir y codirigir la película de ciencia ficción Dark Star (1974), que comenzó como un proyecto estudiantil y se convirtió en un largometraje de culto. Este trabajo le abrió las puertas en Hollywood, especialmente en el género de ciencia ficción.
O'Bannon era conocido por ser un hombre apasionado y con una personalidad algo excéntrica, lo cual reflejaba en su trabajo. Era un ávido lector y un gran amante del cine clásico de ciencia ficción y horror. Su carácter perfeccionista a veces lo llevó a tener diferencias con otros profesionales del cine, pero también le permitió ser muy detallista en sus guiones y direcciones artísticas.
El proyecto de Dune no llegó a concretarse y, después de meses en París, todo se interrumpió. O'Bannon regresó a Los Ángeles, acabando en el sofá de un amigo, pero con la mente llena de imágenes que necesitaba plasmar. El resto del equipo técnico estaba igual, así que se pusieron a trabajar en una nueva idea, aprovechando mucho del trabajo realizado en aquella quimera parisina.
Este paralelismo entre O'Bannon y otros creadores autodidactas se encuentra en figuras como Fede Álvarez, quien sacudió las redes cuando lo viral era una novedad con un video impactante por su espectacularidad en relación a la locación. Ver aquellas imágenes del Palacio Legislativo en un contexto similar al de Día de la Independencia era sorprendente, más aún en una lejana computadora en Barcelona y a través de una novedosa plataforma que prometía conectarnos a través del espacio y el tiempo. También fue allí, invadido por un orgullo patriótico, cuando vi al cantautor Jorge Drexler levantar un Oscar, después de que un extrañamente histriónico y desafinado Antonio Banderas interpretara una versión de "Al otro lado del río" de nuestro Jorge nominada a mejor canción original. Supongo que Banderas era suficientemente anglo-digestible para la época, más aún tratándose de la condición de desconocido de nuestro humilde cantautor de un minúsculo país en una película particular sobre un personaje que ha vendido millones de camisetas. No, no hablo de Maradona, sino del Che Guevara.
Fede Álvarez buscándole la vuelta |
Drexler, proveniente de una familia intelectual de tradición médica—de hecho, él mismo es otorrinolaringólogo—no pudo contener su inclinación musical. En 1995, publicó su primer álbum, La luz que sabe robar, que lo posicionó como una promesa del cantautor uruguayo. Fue su tercer álbum, Frontera (1999), el que marcó un antes y un después en su carrera, destacando su habilidad para fusionar sonidos sudamericanos con ritmos modernos y su especial destreza para generar letras repletas de ingeniosos juegos de palabras y de sentidos. Ha colaborado con artistas de la talla de Caetano Veloso, Shakira y Nelly Furtado, lo que ha ampliado su audiencia y reconocimiento.
Pero en aquella gala de los premios Oscar, donde por primera vez los uruguayos pudimos sentirnos partícipes de la alfombra roja y de la historia grande de la maquinaria de ilusiones, surgió también de la chispa original y rebeldía charrúa de Drexler. Haciendo honor a su creación, decidió hacer sentir su voz a capella para reivindicar que esa era la forma en que debía ser escuchada su canción. Recuerdo haberlo visto y no entender nada, ser presa de la magia que se desplegaba en aquel primer golpe de ingenio. Nunca había presenciado un lenguaje vinculado a nuestra cotidianeidad de una forma tan disruptiva e inteligente, como lo demostraría otro creador hace poco, tomando una franquicia agotada y dándole nueva vida, inyectándole su propio toque ingenuo de fan y la destreza de un artesano.
Drexler con nuestro Óscar |
Fede Álvarez se convirtió en una figura destacada en la industria del cine gracias a su habilidad para crear contenido impactante con recursos limitados y su rápida adaptación a las exigencias de Hollywood. Su carrera es un ejemplo inspirador de cómo el talento y la creatividad pueden abrir puertas inesperadas. Al igual que Drexler, Álvarez colaboraría con la élite mundial en su disciplina, como Sam Raimi o Ridley Scott, dándole al trabajo de O'Bannon una transfusión de sangre joven que por fin devolvió a los seguidores de la saga de los xenomorfos razones para ilusionarse.
Dan O'Bannon es recordado como un innovador del cine, alguien que trajo nuevas ideas y una sensibilidad única a la pantalla, dejando una marca indeleble en la historia del séptimo arte.
Este rasgo común entre profesionales de orígenes tan diversos, pero de espíritu único y rebelde, convencidos de lo que tienen para ofrecer, sin editarse para encajar en los estándares, nos representa. Este juego de ser dioses y siervos, encarnado en los androides de la saga Alien, esta pulsión que nos hunde y nos motiva a seguir, es lo que hace de algunos seres, extraordinarios. Aquellos que han enfrentado la nada, armados solo con su saber, con su ser entero, para convertirse en algo más en otro lugar. Conozco científicos, profesoras y cocineros, incluso un delantero que se convirtió en golero con tal de torcer el aparentemente inexorable destino. La rebeldía alimentada por sus sueños ha labrado una vida para ellos y ha inspirado a muchos otros.
El emigrante es una persona que se endurece, pero que también alcanza una solidaridad inmensa. Así también se forja el acero.
Celebro a aquellos que siempre dan el paso hacia la aventura, asumiendo el costo que enfrentar a lo desconocido conlleva, como lo haría, imagino, un extraterrestre.
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