A medida que avanza la adolescencia de nuestras niñas, los padres nos vamos preparando mental y económicamente para la tan esperada fiesta de 15 porque es de orden que la niña crece y la familia espera dicho evento, mas allá de que la criatura lo quiera o no.
Las fiestas de
15 años que organizamos en esta parte del mundo se originan allá por la época
de la colonización, a partir de la unión de las dos culturas.
Los indígenas practicaban un ritual para celebrar la primera menstruación de sus féminas, entre los 14 y 16 años, como forma de demostrar que estaban prontas para procrear. Del otro lado del mundo, entre 16 y 18 años era la edad propicia para presentarlas en sociedad en la temporada de bailes de primavera, a fin de que se postularan al tan ansiado puesto de esposas y futuras madres.
Dos caminos, un mismo fin.
En el intercambio entendimos que 15 años era una buena edad para esta celebración. Permitimos a los europeos vestir de princesas a nuestras niñas, ellos aprendieron que las luces de las velas espantan malos espíritus y nos iluminan hasta completar la vuelta al sol. Accedimos a adoptar sus reglas de comportamiento con una variante: le pusimos diversión, les enseñamos que un poco de alcohol nos desinhibe, nos pone felices y nos hace mejores bailarines.
Todos reunidos en una jovial celebración donde cada uno se esmera por lucir sus mejores atuendos. Las mujeres produciéndose como para un concurso de belleza y rebosando de sensualidad.
Entre risas, comidas y algunos toques de magia, fuimos moldeando y pasando esta costumbre de generación en generación .
Hoy, no
todas las chicas sueñan con su fiesta de 15. Los tiempos cambian, ellas deciden cómo festejar.
En mi rol de organizadora de eventos, me tocó una vez mediar entre una madre que quería la fiesta que no tuvo y la hija rehusándose a ser el centro de atención, ni que hablar de portar vestido de princesa.
Fue una de las entrevistas más tensas que tuve, casi una hora de discusión entre ellas. El padre, sentado en la otra punta del salón, apoyaba los argumentos de la niña, y yo, de frente a ellas, estudiaba la situación.
Como amo mi trabajo, solo pensaba en el desafío
de cumplir con ambas y puedo decirles, con orgullo, que lo logré.
Armamos todo en una barbacoa familiar, súper sencillo, basados en la temática de reina de corazones, entre negro y rojo. Ella portaba un vestido negro que le quedó divino, no hubo entrada ni vals, pero hubo reunión, torta, brindis y las fotos para el recuerdo.
Yo feliz, con mi tarea cumplida. 💞😍
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