Estatutos del C.U.L.O.


“...Tengo a flor de piel la rabia de dios,

¿de qué lado estás en el redondel?

Jugando a este asunto de la libertad, 

Ignorancia, compra y venta

No me mientas, no me mientas”

Entre lecturas de páginas amarillas de libros hechos pelotas, renglones resaltados mil veces con diferentes colores e incluso, lecturas de conmovedoras declaraciones de hartazgo redactadas por otras manos que, como uno, juegan a esto de juntar palabras con cierto orden y sentido, llego hoy para traer un más que necesario resumen de los acontecimientos que nos empujaron al más importante conflicto del que nuestra tierra fuera testigo: LA GUERRA GRANDE.

La importancia de lo que significa este conflicto armado hace que ahondemos en la próxima entrega con mayores detalles y con invitados, pero lo dicho, revisemos a vuelo de pájaro lo ya visto hasta el momento: una sucesión de hechos bochornosos y bastante entreverados, complejos, en tiempos donde amistades y traiciones mutuas convivían alejadas de las alianzas a las que estamos hoy día tan acostumbrados. Épocas de conflictos y batallas, revueltas y alzamientos, en definitiva, tiempos violentos, en que el odio era moneda de todos los días y la rabia flotaba a flor de piel mientras, en nombre de la libertad y las leyes, se vagaba en la ignorancia. Una peligrosa ignorancia, esa que te lleva a la muerte.

Nos ubicamos entonces en este repaso de antecedentes entre junio de 1832 y septiembre de 1834, donde el protagonismo en lo que respecta a revueltas y levantamientos armados lo tenían los lavallejistas, contra el primer presidente constitucional. Ya vimos que, por más que no dejó de intentar y de elegir creer, la cosecha fue siempre la misma: derrota. Tanto fue así que Don Patillas, con el hocico partido y el rabo entre las piernas, emigra.

Ya en 1835, asume la presidencia el Gral. Brigadier Manuel Oribe. El primer día de marzo, un jovenzuelo muy alborotado declararía: "vienen años de libertad, vienen años buenos, vienen años en los presidentes que van a decir la verdad y van a ser buena gente pero, pero, peeeeeeeeeeero" no contaba con la astucia del primer ex presidente de nuestra historia y así en julio de 1836 inician los levantamientos de Rivera.

Fue en julio en que se parió la rebelión, la que se replicó simultáneamente en Paysandú, Tacuarembó, Cerro Largo, Soriano, Durazno, Colonia y San José. A puros tiros y sablazos se celebraba un nuevo aniversario de la Constitución y entre tanta sangre derramada en agosto de 1836 el ejecutivo decretó el uso obligatorio de una divisa blanca que rezara “Defensor de las Leyes”, para distinguir a los amigos del orden y sostenedores de la legalidad, así nacía la divisa Blanca.

En contrapunto, las huestes riveristas, vieron que era copado establecer un distintivo y luego de un pasajero uso del emblema celeste, pasaron a identificarse con el color de los forros de sus ponchos, el rojo punzó. Veía la luz la divisa Colorada (dicen que el cambio se dio porque se desteñía el celeste de su primer emblema y que fue en medio de uno de esos tan habituales tole tole que se dio la orden de darse vuelta los ponchos y listo, bandos bien diferenciados para darse como quien lava y no tuerce).

De bandos que el tiempo transformó en partidos. Dos divisas, dos colores, una batalla allá a orillas del arroyo Carpintería en Durazno y un lote de muertes que definirían para siempre a esos partidos, hoy tan unidos, bueno, al menos hasta previo de la presente campaña electoral.

La de Carpintería no sería la única batalla, ni muchos menos, pero se la distingue sobre el resto porque es la primera en que se usaron las divisas mencionadas. En esta batalla, Rivera cae derrotado y se refugia en Brasil después de ver a seiscientos de sus seguidores trascender de este plano existencial. Hay una cierta calma por un tiempo, pero con nuevos apoyos sobre todo extranjeros (unitarios argentinos y caudillos riograndenses), Rivera con nuevos bríos, vuelve a la carga.

En octubre de 1837 Don Frutos y sus aliados vencieron a Oribe en las batallas de Yucutujá y la de Palmar, derrocando así al presidente, haciendo que este renuncie en octubre de 1838.

Ocho años de un país marcado por el conflicto, tanto es así que su segundo presidente constitucional se ve obligado a dimitir y al exilio. ¿Cuál es el destino? ¡Buenos Aires, chabón! Donde es recibido con honores presidenciales por Juan M. de Rosas que le habría dicho: "Manuel, valorá lo que tenés, Manuel! Ustedes los uruguayos no saben lo que tienen, Manuel!"

Líos internos con la sazón del intervencionismo extranjero, alianzas por aquí, alianzas por allá y en febrero de 1839, Rivera le declara la guerra a Rosas, dando ahora sí comienzo a la Guerra Grande, un conflicto local que se transformó en regional y terminó mutando en algo internacional con potencias como Inglaterra, Brasil, Italia, Francia como convidados de piedra.

Para el viernes que viene, prometo traer a estas páginas a alguien que ya se ha prestado para este divague solo que en la versión radio de TPLMP y con él, que si tiene estudios y habla porque sabe, veremos EL SITIO GRANDE y continuaremos con este lindo paseo por la historia de un país en donde el primer ex presidente atacaba al presidente, que a su vez lo había expulsado unos años antes… las cosas no pintaban nada lindo.

Comentarios

  1. Muy bueno. Una muestra de que los países no se decretan, y vaya si hubo "nacionalidades" entreveradas en ese conflicto.

    ResponderBorrar
  2. La importancia de lo que significa, esta columna

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. En la cual nos seguiremos encontramos, buscando la génesis de este gran grupo humano que funciona como un revulsivo, verdad?

      Borrar
  3. Y dicen que antes todo era mejor... muy buena columna, como siempre nos tiene acostumbrados

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Antes de publicar, piense si su mensaje puede llegar a herir a alguien. Gracias.