El pintor poeta (primera parte)

 Henri de Toulouse- Lautrec


Cuando Henri de Toulouse-Lautrec murió a la edad de treinta y seis años, en 1901, tras una vida profesional que no alcanzó las dos décadas, había concluido 737 pinturas, alrededor de trescientos grabados, 5.084 dibujos y 275 acuarelas, según se consigna en su catálogo razonado. Esto contradice la leyenda que se ha forjado sobre el artista “genial” que desaprovechó su talento, dejándose llevar al abismo por una vida licenciosa, marcada por los excesos de alcohol. Se ha puesto demasiada atención en su breve, turbulenta y autodestructiva existencia y en sus desgracias físicas que, sin duda, influyeron en su estado psicológico. Sin embargo, habría que poner mucho más atención a su legado artístico –profuso y exuberante– que lo ha hecho merecedor a un lugar privilegiado entre los precursores del arte moderno de fines del siglo XIX. 

Toulouse-Lautrec fue un creador cabal, un visionario que plasmó la extraordinaria crónica visual de un sector de la sociedad francesa de la Belle Époque a través de una obra que destila autenticidad y sinceridad, sin incurrir en el juicio moral, en símbolos o mensajes, ni en el sentimentalismo de muchos de sus contemporáneos. 

Lautrec vivió y pintó como quiso, sin importarle las modas ni el reconocimiento de la crítica. Fue un creador excepcional por su originalidad y por su audacia expresiva. A ciento sesenta años de su natalicio, merece la pena hacer un recorrido por los entresijos de una creación marcada por los claroscuros del alma de los personajes que inmortalizó y que son el vivo espejo del núcleo bohemio parisino en el que eligió vivir.


Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec nació en Albi, Francia, en la región de Mediodía-Pirineos, el 24 de noviembre de 1864, en el seno de una familia de larga tradición aristocrática. Sus padres eran primos hermanos y ostentaban el título de condes de Toulouse. Henri fue el primogénito y tuvo un hermano cuatro años menor, que falleció a la edad de un año. 

Al poco tiempo, sus padres se separaron y él se trasladó a vivir con su madre a París. A los diez años comenzó a manifestar una enfermedad genética, consecuencia de la consanguineidad de sus padres, que afecta irremediablemente el desarrollo de sus huesos. Esta es la causa de su corta estatura –alcanzaría apenas 1.52m– y de la marcada desproporción en su complexión física, que lo convirtió en un personaje grotesco. Adicionalmente, sufrió dos fracturas en los fémures de ambas piernas a los catorce y quince años, que lo confinaron a permanecer casi inválido durante un par de años. En ese encierro desarrolló su interés por el dibujo y la pintura y, ya sobrepuesto, en 1881, recibió las primeras lecciones formales al lado del pintor Léon Bonnet quien, poco después, cerró su estudio y Lautrec pasó al taller de Ferdinand Cormon. 

Aunque en su inicio recreó su mundo circundante a través de escenas ecuestres y algunos tópicos históricos, muy pronto se interesó por los temas urbanos que exploró y explotó hasta el fin de sus días. Siempre reconoció públicamente su admiración por Degas y sus pinturas relacionadas con el baile y el circo y, a través de este, sin proponérselo, se vincula al neoexpresionismo.

Comparto una imagen de una pintura del Maestro Degas donde se puede ver las influencias que tuvo sobre Henri.


Fuentes y bibliografía:
Este texto pertenece a Germaine Gómez Haro que lo publicó en la revista La Jornada Semanal en noviembre de 2014

Comentarios

  1. Amo Toulouse-Lautrec y también a Degas. Gracias por tu columna.

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  2. Vivi en Lima cerca a un centro de artes que lleva el nombre de este autor y nunca habia leido sobre el, gracias por la info.

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