El colectivo te salva

"El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente".

Simone de Beauvoir

En el año 2019 participé de un proyecto que convocaba a participar de un grupo de trabajo con perspectiva feminista a mujeres que hubieran sufrido algún tipo de abuso y violencia sexual en algún momento de sus vidas. Ahí fue el primer lugar donde realmente comprendí el significado de “lo personal es político”, y por qué ser feminista es una elección de vida. Y sí, por supuesto que había leído y escuchado y conversado sobre esos conceptos, pero ese grupo me enseñó a vivir mi vida así.

De las primeras cosas que entendí fue que todas cargábamos con la misma culpa. No solo cargábamos con una “mochila” llena de culpas, también tirábamos de un carro con culpas de otros, sobre todo las que involucran a la familia. A pesar de ya haber tratado esto en terapia, con tres psicólogos diferentes, recién en ese grupo logré soltar el carro y vaciar la mochila. Por supuesto que siempre hay otras culpas que guardar porque el patriarcado nos sigue acompañando en el camino.

La mayor culpa con la que cargué fue creer que yo era responsable de mi abuso. Pensarán cómo es posible que una niña de entre cinco y doce años pueda creer que es culpable de algo así. Y sí, es posible. Otra culpa que cargamos tiene que ver con el decir y sus consecuencias. Contar siempre significaba perder, exponés tu cuerpo, tus sentimientos, tus miserias. Además, lastimás el entorno, rompés vínculos, generás culpas en quienes te rodean y también las cargás. Y podría seguir enumerando culpas porque son muchas.

Pero con mis compañeras aprendí a despojarme de ellas, algunas por un rato, otras para siempre. Y esa exposición que significa decir cuando es en colectivo es sanador. Porque te das cuenta de que no sos un bicho raro y que no te pasó eso porque sos vos. Te pasa porque lamentablemente les pasa a todas, en diferentes medidas y formas. Decir, sacar del cuerpo con las palabras, sin necesidad de contar el horror para entender el dolor, poder transformar sentimientos en palabras es lo más sanador. Y en ese grupo fue sanador porque existía la empatía. Aprendí la forma genuina de sentir empatía.

De ese grupo mantengo varios vínculos que son diferentes con las mujeres que lo integraron, pero hay uno, el que tengo con Gaby, que es del que he aprendido más. De mi amistad con ella aprendí a valorar más a mis amigas, cambiar mi vínculo con ellas, con más confianza y más amor. A respetar mis tiempos y el de otres. A crear nuevos vínculos, nuevos círculos de amistad, como el que tengo con las personas que conocí en esta comunidad TPLMP. Aprendí a quererme interior y físicamente moverme con libertad (que no siempre es posible ni fácil).

En los colectivos encontramos diversidad inevitablemente, vamos a tener más y menos afinidades con esas diversidades. Pero lo que es seguro es que vamos a aprender de empatía, de paciencia, de enojos, vamos a aprender a discutir y disculparse y, sobre todo, vamos a aprender a divertirnos y amar. Y para mí hay una clave en esto y esa clave es la mirada feminista interseccional y equitativa.

No se vayan de este mundo sin ser parte genuinamente de un grupo, comunidad, colectivo o como quieran llamarle, porque seguro encuentran gente que les cambie la vida.

Les deseo una Gaby en sus vidas.