Finitud

 

Portada del 5° disco de Woods Of Ypres... Algo así representa mi situación actual.

Aquí me ando, meando (literalmente, estoy escribiendo estas líneas, apremiado por mi vejiga, tal vez en otra burda estratagema para incentivar la creatividad emergente de la urgencia urinaria).

Otra vez intento entrelazar "Música e Historias", destripando la vida y la muerte, esa dupla tanguera que nos tiene bailando al ritmo del 2x4 desde que nacemos. Hoy, la cosa viene cargada, con el viento fresco de la huesuda parca soplando cerquita, como nos recordó la partida del Pepe Mujica hace unos días.


La Muerte y sus Ecos

Se fue "Pepe". Y con él, un pedazo de historia. Un tipo que, más allá de las banderías, nos hizo pensar, aunque sea para intentar rebatir sus argumentos y desaprobar sus actos. Fue Presidente, también fue Preso, y en su rancho, con su perra Manuela, intentó mostrar que la vida se puede vivir de otra manera. Su muerte, para muchos, no fue solo el fin de un ciclo, sino el recordatorio de que somos finitos, de que la silla vacía se siente. Y eso, acá en el Uruguay, cala hondo. Porque la muerte es el último gran igualador, no hay nada más democrático. No importa si eres Presidente o Cartonero, al final, todos vamos para el mismo lado, con la reseca a nuestro lado.


Contradicciones Humanas

Emerge la contradicción, esa maldita y hermosa paradoja que nos hace humanos. Queremos vivir para siempre, pero nos pasamos la vida haciendo planes para el futuro, como si el presente fuera sólo una sala de espera. Soñamos con la inmortalidad, pero nos aferramos a lo efímero. Somos capaces de la mayor bondad y de la crueldad más espantosa. Y en esa dualidad, en ese vaivén constante, es donde encontramos el verdadero significado.

Y ahí es donde vuelvo a pensar en mi Padre y la ELA. ¡Qué enfermedad de mierda! (Creo que ya lo he expresado en este mismo espacio, pero, estimado lector, permítame la reiteración). Ver cómo el cuerpo se apaga de a poco, cómo la mente sigue intacta, lúcida, atrapada en un envase que se deteriora. Esa está siendo una de las contradicciones brutales de la vida. La chispa del alma intacta, mientras el templo se derrumba. Y en esos momentos, uno se pregunta: ¿Dónde está el significado? ¿En la lucha por cada respiro, en el amor desbordante, en la aceptación serena? Quizás en todo eso, en la capacidad de seguir siendo uno mismo, aún cuando el cuerpo ya no responde. Es ahí donde la vida y la muerte se dan la mano, donde el adiós empieza a escribirse letra por letra, día tras día, pero donde el legado de la vida se graba a fuego, se estampa sobre el metal, se labra sobre la piedra.


¡Pará un poco con esa "Musiquita", gurí!

En ese convoy de pensamientos y sentimientos, siempre vuelve a mí, ELLA, la MÚSICA. Hoy, los convido con esa gema de Woods Of Ypres, banda canadiense de Melodic Death Metal, "I Was Buried in Mount Pleasant Cemetery". Una canción que, a primera escucha, te puede sonar a pura desolación. "Fui enterrado en el Cementerio Mount Pleasant", arranca, como un epitafio cantado. Pero si escarbo un poco más, como buen ingeniero que le busca la vuelta a todo, yo para mí, pienso de qué, es el propio ejemplo de que "hay algo más".

La letra, en su aparente oscuridad; los sonidos de piano al inicio, la cadencia Doom del tempo; la lluvia goteando en la lápida... Además de cierta asfixia y opresión, representan una reflexión sobre la vida que se fue, sobre los errores cometidos, los amores perdidos, las palabras no dichas. El cementerio no es solo un lugar de descanso, sino un símbolo de la memoria, de lo que dejamos atrás. Pero a su vez, en ese reconocimiento de lo que ya no está, hay una afirmación de lo que sí fue. "Tuve la oportunidad de vivir", dice la canción, entre líneas. Tuve la oportunidad de amar, de sufrir, de equivocarme, de aprender.

El tipo que canta desde la tumba no se lamenta de su muerte, sino que revisa su vida. Y ahí está la clave: la muerte no es el fin del significado, sino la culminación de un proceso. Es el punto final de la historia que escribimos con nuestros actos. Y en esa perspectiva, el cementerio no es un lugar triste, sino un álbum de fotos, una colección de recuerdos, nuestra memorabilia.

Tal vez, sólo tal vez... El significado de la vida no está en la cantidad de años que vivimos, sino en la intensidad con la que lo hacemos. En las conexiones que creamos, en las risas que compartimos, en las lágrimas que derramamos. En las huellas que dejamos en el corazón de los otros. Y la muerte, paradójicamente, es la que le da valor a todo eso. Nos obliga a vivir con urgencia, a no dejar nada para después, a valorar cada instante.

Así que, ¡Oh, estimado lector! La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. Y en el medio, estamos nosotros, navegando en la contradicción, celebrando la existencia y despidiendo a los que se van. Y en esa travesía, la música, como siempre, nos ilumina el camino.

Hasta la próxima... Sigamos moviendo las cabezas, si es para hacer Headbanging, mejor. No nos olvidemos de vivir.

PD: Vean el video y escuchen la canción, es excelente.



Comentarios

  1. Te leo y pienso en mi viejo que ya no está, en su caso una distrofia muscular. Escucho la canción (que admito no es mi estilo) y siento, tanto para vivir, aprovechar la oportunidad de vivir y celebrar...

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    1. Gracias por la actitud de apertura, para escuchar y ver, además de leer, pensar y sentir. Muchas gracias.

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  2. La estratagema dio resultado y la urgencia creó poesía. Gracias por compartir.

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    1. Gracias por la lectura y el comentario: doble compromiso de su parte.

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