Lo que somos en la vida está, sin duda, definido por nuestros primeros pasos y por quienes nos ayudan a darlos. Una vez comenzamos la aventura de emprenderlos, la dirección que toman puede ser tan errática en la vida adulta como esos primeros tumbos infantiles. Algunos logran pisar fuerte y marcar el rumbo con decidida conciencia.
Chuck Palahniuk no es un autor común, y eso queda claro desde la primera página de cualquiera de sus libros. Nacido el 21 de febrero de 1962 en Pasco, Washington, su camino hacia la literatura no estuvo pavimentado (y ya verá, querido lector, que este adjetivo es más que adecuado) con los clichés habituales. Su infancia estuvo marcada por la separación de sus padres y el asesinato de su padre, un acto de violencia que más tarde inspiraría su novela Asfixia.
Antes de convertirse en el autor de culto que es hoy, Palahniuk trabajó como periodista y mecánico de camiones diésel. Su paso por un taller de escritura en Portland, dirigido por el controvertido Tom Spanbauer —creador del estilo narrativo conocido como escritura peligrosa—, lo llevó a explorar la narrativa transgresiva, dando un giro a su vida.
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Chuck |
Un fin de semana, mientras estaba de camping, unos vecinos ruidosos lo agredieron tras un enfrentamiento verbal. Al regresar al trabajo el lunes, visiblemente golpeado, sus compañeros, lejos de mostrar preocupación, lo evitaron. Este episodio germinó en él un profundo descontento hacia una sociedad incapaz de profundizar en los problemas ajenos, especialmente en el ámbito laboral. De esa experiencia nació el germen de su novela El club de la lucha. La sociedad de consumo nos ha devorado tanto que, para liberarnos, recurrimos a los excesos: peleamos, insultamos y nos autoflagelamos. Ese dilema moral se refleja en la relación entre los personajes que Brad Pitt y Edward Norton encarnaron en la versión cinematográfica. Una polarización interna que se materializa en la calle, en el tráfico y, en definitiva, en la vida cotidiana. Uno es seguro de sí mismo, elocuente y estéticamente atractivo, mientras que el otro es inseguro, intenta adaptarse al consumismo como consuelo y no logra encajar jamás en ningún sitio.
La película, lanzada en 1999, representa una visión desencantada de una sociedad que sería sacudida poco después por el 11 de septiembre. Esto convirtió tanto a la novela como a la película en íconos del fin de una era o, más bien, en un espejo de una época que sigue vigente.
En el Festival de Venecia, donde se presentó, recibió durísimas críticas; algunas la calificaban de peligrosa, comparándola con La naranja mecánica. Aunque fue un fracaso de taquilla, triunfó en ventas en su versión en DVD. El encargado de dirigir esta adaptación fue David Fincher, quien en ese entonces era un director emergente. Había hecho algunos videoclips —incluido el de Bamboleo de los Gipsy Kings— y enfrentado un fracaso con la tercera entrega de Alien. No obstante, alcanzó el estrellato con Seven.
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"La narnja mecánica" moderna |
Con títulos como Asfixia, Monstruos invisibles y Fantasmas, Palahniuk sigue desafiando las normas literarias y sociales. Sus historias no son para los débiles de corazón: están diseñadas para provocar, cuestionar la realidad y, sobre todo, incomodar. Incluso en sus giras promocionales, narra anécdotas grotescas que han llevado a algunos miembros de su audiencia al desmayo.
Una de estas historias —aparentemente inspirada en el escritor David Sedaris— habla de cómo, durante la autopsia de un niño de 12 años que había fallecido tras caer de su bicicleta, un forense comentó, mientras almorzaba: “Ese es justo el color con el que quiero pintar la sala de mi casa”.
Esta anécdota me recordó a un icónico doctor ficticio con un talante similar: Gregory House, encarnado por Hugh Laurie.
Laurie, nacido el 11 de junio de 1959 en Oxford, Inglaterra, creció en una familia acomodada. Su padre, médico, ganó una medalla de oro olímpica en remo. Aunque Laurie estudió en Cambridge, lo suyo no era seguir una línea recta. Fue en la universidad donde encontró su pasión por el teatro y la comedia, compartiendo escenario con Emma Thompson y Stephen Fry.
Junto a Fry, se convirtió en un pilar de la comedia británica con programas como A Bit of Fry & Laurie y Jeeves and Wooster. Pero mientras el mundo lo veía como un maestro del absurdo, Laurie cultivaba otra pasión: la música.
El gran giro llegó en 2004, cuando interpretó a Gregory House en House. Como el brillante pero insoportable médico, Laurie mostró una faceta dramática inédita. Durante ocho temporadas, redefinió el concepto de antihéroe en la televisión moderna.
En 2010, Laurie lanzó su carrera musical con el álbum de blues Let Them Talk. Con su voz rasposa y su talento instrumental, demostró que también era un músico de alma profunda. Sus discos, aclamados por la crítica, lo llevaron de gira mundial, transformando cada escenario en un rincón del delta del Mississippi.
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Laurie |
Hoy, Hugh Laurie es un verdadero hombre del Renacimiento, que se mueve entre la actuación, la música y el humor con una fluidez admirable.
En la era del cambio, de la transformación y la adaptación constante a ambos, Laurie y Palahniuk nos enseñan que muchas veces, transmutándonos guiados por una pasión no solo nos transformamos a nostros mismos, si no que un ex guerrillero, un médico e incluso, el hijo de un almacenero cuyo trabajo fue ser profesor de liceo, pueden cambiarlo todo.
Bravo!! Muy bueno Juan
ResponderBorrarGracias amigo querido, te mando un gran abrazo y gracias siempre por leer!!!
BorrarFelicitaciones, un deleite! Gracias.
ResponderBorrarMuchas gracias a ti Esther!
ResponderBorrarMe encanta la serie House MD, me sentí tan identificado con el personaje interpretado por Hugh Laurie, que llegué a llorar a moco tendido en sendas oportunidades en las que Gregory cosechaba el resultado tempestuoso de su siembra. Respecto al autor literario, no lo conozco, buscaré alguno de sus textos, pero me pasó algo parecido a lo que describes, al "intentar" leer "Derretimiento", del Uruguayo Daniel Mella, que literalmente hizo mella en mí y no pude avanzar más allá de la mitad de su novela breve.
ResponderBorrarExcelente colu(c)na, muy bien engarzados ambos artistas, el de la pluma y el polifacético.
Gracias.